08 DIC | 07:55

Alberto Fernández silenció su crítica a las elecciones fraudulentas en Venezuela

Para evitar una crisis con CFK. El Presidente optó por privilegiar la política doméstica en lugar de fortalecer su agenda internacional que incluye diálogos multilaterales con la Unión Europea...Por Román Lejtman
...Joseph Biden y el Mercosur para encontrar una respuesta institucional al régimen populista de Nicolás Maduro
 
 
 
Desde el 6 de diciembre a la tarde, Alberto Fernández recibe informes públicos y reservados describiendo las elecciones legislativas en Venezuela. Y todos coinciden en dos hechos políticos inapelables: los comicios no fueron transparentes y el nivel de abstención exhibe la crisis institucional que ya se lastró al régimen populista de Nicolás Maduro.
 
 
El jefe de Estado cuestiona la violación sistemática de los derechos humanos en Venezuela, critica el bloqueo económico y financiero ordenado por los Estados Unidos y propone una transición democrática que incluya a Maduro. Esta hoja ruta le dio credibilidad en la Unión Europea (UE) y con el presidente electo de los Estados Unidos, Joseph Biden.
 
 
Pero ayer Alberto Fernández cometió un error político al tratar de balancear su agenda exterior con los reclamos domésticos del kirchnerismo duro que apoya al régimen populista y cree que en Venezuela se está librando un nuevo capítulo de la Guerra Fría. CFK jugó detrás del cortinado y afectó la imagen internacional del Presidente.
 
 
Alberto Fernández enfrentó una crisis interna cuando el embajador en la Organización de Estados Americanos (OEA), Carlos Raimundi, relativizó un informe de las Naciones Unidas que ratificaba los crímenes de lesa humanidad cometidos por los grupos de tareas de Maduro. El jefe de Estado atemperó esa rebelión kirchnerista manteniendo a Raimundi en la OEA y respaldando en Ginebra al Informe Bachelet.
 
 
El Presidente alcanzó esa síntesis pragmática pese al lobby que Maduro y sus ministros ejercieron sobre las facciones más intransigentes del Frente de Todos. Cuando el incidente Raimundi ya había sido revelado por Infobae, la vicepresidente de Venezuela, Delcy Rodríguez, y su hermano Jorge Rodríguez, ministro de Comunicación, llamaron a presionar al canciller Felipe Solá para que Alberto Fernández rechazara la investigación de la ONU.
 
 
Y el Presidente no lo hizo.
 
 
 
 
Esa independencia de criterio político, en un escenario institucional acechado por sus diferencias con CFK, le sirvieron al Presidente para acercar posiciones con la Unión Europea, soslayar la influencia del Grupo de Lima y establecer una agenda común con Biden.
 
Alberto Fernández aparecía con un liderazgo equidistante entre La Habana y la Casa Blanca, y significaba a nivel global la posibilidad de fortalecer a un fixer que podía sentar al Departamento de Estado y a Maduro en la misma mesa de negociaciones.
 
Ese protagonismo regional observado con atención en Washington y la UE sufrió un inesperado tropezón por la actitud del Presidente ante los comicios legislativos en Venezuela. Estados Unidos junto a 17 países de la región y Europa concluyeron que Maduro hizo fraude para apropiarse de la Asamblea Parlamentaria.
 
Y Alberto Fernández optó por callar para evitar una crisis política con CFK y sus aliados del Frente de Todos.
 
Como sucedió con el affaire Raimundi-Bachelet, Delcy y Jorge Rodríguez fatigaron los teléfonos del Gobierno y el Instituto Patria para reclamar que la Casa Rosada reconociera que Maduro había ganado las elecciones legislativas. Y cuando asumieron que eso no sucedería, la vicepresidenta de Venezuela y su hermano ministro de Comunicación exigieron silenzo stampa al gobierno peronista.
 
El lobby venezolano había perdido la partida frente al Informe Bachelet y ahora recuperaba su poder interno para trabar -al menos- el comunicado de la Argentina denunciando que Maduro -otra vez- había violado los derechos humanos en Venezuela.
 
 
Alberto Fernández desconfía de su canciller Felipe Solá y en soledad decidió que era mejor no emitir un comunicado aludiendo al resultado de los comicios en Venezuela. Esa decisión estratégica, sin interpelación de otros miembros del Gabinete, puso en un laberinto geopolítico al Presidente.
 
Con su posición equidistante sobre Venezuela, el jefe de Estado había sumado credibilidad en los gobiernos de España, Italia, Francia y Alemania, había iniciado cierto acercamiento con sus socios del Mercosur (Brasil, Uruguay y Paraguay) y había establecido un agenda común con Biden.
 
Pero la ausencia de un comunicado oficial repudiando el fraude electoral cometido por Maduro complicará su estrategia de política exterior. Ya no se trata de un canciller que no diseña la agenda internacional, ahora es el propio Alberto Fernández que decidió contener al kirchnerismo en lugar de sumar su nombre a un reclamo avalado por los países más influyentes de Occidente.
 
infobae.com

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