—Por un lado, la falta de previsibilidad es muy triste. Empiezan las clases y uno no sabe cómo van a ir los chicos a la escuela. Eso complica a los padres, complica al director, complica a los docentes. Pero la calidad de la instrucción depende de los docentes y no del medio en el que estén enseñando. Vi a muchos docentes que enseñaban en la clase de Zoom y les tuve que explicar que en la clase de Zoom no se enseña. ¿Por qué? Porque si me querés enseñar algo y yo no presto atención o me aburre o ya lo sé, vas a ir perdiendo alumnos. Es mejor enseñar en la clase asincrónica y en la parte sincrónica ponemos en acción todo el contenido.
—Una suerte de aula invertida.
—Exactamente. Ese el mismo concepto de aula invertida, pero para lo sincrónico y lo asincrónico. El aula invertida no es ver unos videos en casa y hacer los deberes en el colegio. El aula invertida es potenciar, maximizar y capitalizar el tiempo cara a cara. En el Zoom queremos hacer lo mismo. No le pidas a los chicos que hagan presentaciones en Zoom: vas a demorar mucho tiempo. Pero pueden grabar pequeños videítos y se muestran en la parte sincrónica. No hagas grandes debates en el Zoom, utilicemos salas divididas. Si entendemos que la clase virtual es diferente a la presencial, que tiene otra lógica, otros tiempos y otra manera de conectarse con los alumnos, vamos a fortalecer nuestras clases y van a ser efectivas tanto desde lo presencial como desde lo virtual. Lo que hay que lograr es que la personalidad atraviese la pantalla.
No habría que hacer un nuevo contrato entre directivos, docentes padres y alumnos. Todos nos debemos ubicar nuevamente en la espiral educativa, en los nuevos roles que nos toca ejercer.