...autoritarismo + radicalización + pobrismo, con el agregado del condimento ideológico y discursivo para la tribuna
El fracaso del Gobierno en el control de las crisis económica y sanitaria y la caída en su valoración pública convencieron al Presidente de que la única manera de ganar las elecciones este año y en 2023 es con la implementación del plan de su mentora, Cristina Kirchner. Por convicción o necesidad, la coalición oficialista tomó la decisión de exhumar la vieja fórmula del peronismo cuando le llega la crisis o busca conservar el poder a toda costa: autoritarismo + radicalización + pobrismo, con el agregado del condimento ideológico y discursivo para la tribuna. Este giro hacia posturas extremas permite vislumbrar con mayor detalle la agenda que lleva adelante el gobierno kirchnerista y cómo toma las decisiones.
El primer eje es el uso autoritario del poder aprovechando la distracción que genera la pandemia. El recurrente dictado de decretos de necesidad y urgencia, los ataques a la Corte Suprema y a los magistrados, la intención de remover al jefe de los fiscales por uno adicto, la agresión de Cristina Kirchner a la Constitución respecto de la forma en que se eligen los jueces y los intentos de violación al sistema federal ilustran esta posición. Ahora se va por más: no se busca tan solo el ansiado perdón judicial de la Vicepresidenta, sino el sometimiento de los demás poderes del Estado y el abuso de medidas que nuestra Carta Magna reserva para casos extraordinarios.
El segundo eje es la radicalización del conflicto y la crispación mediante el ataque a diferentes actores políticos y económicos, de tal manera de sumar consensos a través de la polarización de la opinión pública. El gobierno reitera todas las semanas el asalto a individuos y grupos que erige en enemigos: Rodríguez Larreta, los empresarios, el campo, la industria de la carne, los productores de alimentos, la oposición, etc.
El tercer eje es el aumento de los subsidios y de los planes sociales, mientras se impulsan políticas anti-inversión, como la extensión de los controles a toda la economía a través de prohibiciones o restricciones al comercio y el aumento de impuestos a las empresas. El corolario es conocido: la caída del salario real -que la CGT avala con su silencio- y el crecimiento de la pobreza, que roza el 50% de la población.
El gobierno considera que el aumento de subsidios y planes sociales por el aumento de la pobreza le permitirá ganar las elecciones de octubre próximo.
El proceso de toma de decisiones también está más claro ahora. Alberto Fernández logró una confluencia plena con su mentora, Cristina Kirchner. Con sus acciones y anuncios, el Presidente no ha hecho otra cosa que avalar los deseos de la Vicepresidenta. Sobran ejemplos.
El aparente formato de coalición plural que muestra el oficialismo presenta, en realidad, algunas certezas que lo acercan al “unicato”: cuando hay diferencias en temas relevantes (incluyendo los ideológicos) se resuelven -siempre- por la línea que marca Cristina Kirchner. Este es un dato central para comprender la dinámica: ella conduce, él obedece, lo mismo que el resto del gobierno.
Está dinámica ha permeado en el oficialismo provocando la unificación de la agenda de acuerdo con el plan de la Vicepresidenta, la activación de la tropa kirchnerista en el gobierno en desmedro de los equipos de Alberto -que se han visto relegados- y la consolidación del paradigma y del discurso ideológico. El gobernador bonaerense Axel Kicillof pesa más que la ministra de Salud de la Nación en la determinación de los planes de lucha contra la pandemia de COVID-19 a nivel país. Su pupila, Paula Español, secretaria de Comercio Interior de la Nación, lleva adelante sin oposición interna su plan de control de la economía y las medidas anti-empresa.
Resuelta la cuestión de quién manda en el gobierno, entraron en crisis algunos liderazgos y fracasaron los escasos intentos de tomar decisiones por fuera de la regla kirchnerista.
Martín Guzmán ilustra el fracaso del modelo de decisiones autónomas dentro de la coalición. Luego de anunciar la salida del gobierno del kirchnerista Federico Basualdo, subsecretario de Energía Eléctrica, que de él depende, tuvo que retractarse ante la oposición de Cristina Kirchner, a pesar de la amenaza de renuncia que ensayó el ministro, que tampoco se concretó.
No es que el poder se desplazó hacia el kirchnerismo; nunca se movió de allí, cuando el presidente Fernández decidió no asumir los recursos autónomos de la Constitución y de las prácticas políticas. Al resignar su liderazgo, los presuntos equilibrios en la coalición de gobierno se acomodaron rápidamente a las circunstancias, sin conflicto, con tensión controlada, sin la denuncia de los posibles perdedores. Esta es una coalición que se muestra estable y que buscará proseguir en la misma senda a pesar de los resultados, con la convicción de que logrará conservar y consolidar el poder.
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