26 OCT | 18:43

Odio al periodismo como espejo del odio del que discrepa

El desprecio por lo que se opina suele parir cosas que la Argentina conoce de memoria. Hay un proceso de gestación de esto que nadie parece querer interrumpir. Por Luis Novaresio
OPINIÓN
 
Victoria Tolosa Paz advirtió que la oposición prepara “un golpe blando” antes de las elecciones.
 
Primero fue el intendente de José C. Paz el que advirtió que la gente “se iba a levantar contra los medios de comunicación”. Luego fue la Vicepresidenta de la Nación la que tomó el guante acusando de mentirosos, una vez más, a los periodistas. Ahora, el líder camporista Julián Álvarez gritó públicamente que “nos enfrentamos a los medios hegemónicos que le meten mierda en la cabeza a los argentinos y a las argentinas”. La proveniencia de estos dirigentes permite sostener que la base de sustentación de este Gobierno desprecia a los medios de comunicación. La gravedad de este hecho no puede pasar desapercibida.
 
 
Intendentes bonaerenses como Mario Ishii -nadie salió a despegarse de él y hasta la ministra de Educación de Kicillof se negó a repudiarlo-, La Cámpora y la dueña de la mayor cantidad de los votos lo dicen. ¿Y el otro socio, Sergio Massa? ¿El presidente de la Cámara que cree que en silencio no opina y sostiene un organismo como NODIO que patrulla lo que se publica y propone acciones contras los periodistas que disienten? El gobierno de coalición que supo dirigir Alberto Fernández está en guerra abierta contra los medios.
 
 
La autora de la máxima política “en el peronismo siempre se garchó” acaba de acuñar una nueva tesis de golpe blando contra el gobierno que representa. El ex compañero de lista de Victoria Tolosa Paz (se dice ex ya que la campaña del PJ lo ha borrado de toda aparición en afiche o spot luego de su convicción de que con “platita” la gente hubiera votado de otra forma) ya había acusado a los periodistas de pretender romper la cuarentena anti COVID-19 luego de meses de arbitrarias decisiones de los gobernantes. ¿Hacen falta más pruebas del evidente desprecio por las libertades de informar?
 
 
 
Resulta que contar que el país atraviesa una fenomenal crisis política autoinfligida es golpismo, blando, pero golpismo al fin. Sucede que relatar la disparatada ausencia de brújula económica cristalizada en congelar a los sopapos precios por parte del gobierno es desestabilizante. Ocurre que el 50% de inflación es atentatorio a la institucionalidad. Parece que denunciar que terroristas disfrazados de pueblos originarios que niegan a la República toman tierras, amenazan a funcionarios y personas es golpismo blando. Todo esto podría tratar de analizarse desde lo político si no se asomara la nube del desprecio por los medios de expresión desde el Gobierno, que se siente víctima de un golpe imaginario. Tolosa Paz, la dueña del sexómetro nacional, consagra que gobernar mal y señalarlo es golpismo.
 
 
Nadie quiere que Alberto Fernández no culmine su mandato. Algunos, la mayoría, por convicción democrática. Otros, porque saben que vienen de fracasar en la gestión y no pueden asumir en breve el peso de un gobierno.
 
 
La acusación peligrosa que se hace al periodismo viene de la mano de la imaginaria confabulación de periodistas con grupos de poder, especialmente jueves. El “lawfare” que esgrimen los “haters” de los medios. Jueces que persiguen con sus investigaciones penales a pesar de flagrantes enriquecimientos ilícitos, aún los reconocidos por los propios delincuentes.
 
 
Es verdad que la reciente rebeldía del ex presidente Macri para presentarse ante un juez que lo investiga por presunto espionaje de familiares del ARA San Juan contribuye con el oficialismo. De repente, vaya a saber si habiendo repasado algún texto del lawfare, Mauricio se ubicó a la par de Cristina en el lote de los denunciadores de la justicia que no actúa a su medida. Otra vez una notable coincidencia entre ambos.
 
 
Sin embargo, la torpeza ajena no aliviana la propia. Sobre todo cuando se está ejerciendo el poder. La violencia verbal, cuando se terminan los adjetivos de desprecio, se transforma en violencia de hecho. Tres semanas de campaña hacen recalentar todos los tonos si no hay un alguien que modere lo que se dice. ¿Quién es hoy el encargado de esto en el oficialismo? ¿El Presidente acallado que no resiste conversar en off con periodistas sembrando más incertidumbre? ¿El jefe de Gabinete hiperkinético que aún no logra encolumnar a los ministros en un eje de trabajo? ¿La vice con tradición de furia contra los que disienten? ¿Los que se callan en público y se creen valientes en privado?
 
 
El desprecio por lo que se opina suele parir cosas que la Argentina conoce de memoria. Hay un proceso de gestación de esto que nadie parece querer interrumpir.
 
 
infobae.com

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