Este miércoles 8 de diciembre, el país se prepara para armar el clásico árbol de navidad a modo de tradición. De esta manera, a nivel general se da como iniciada la temporada de celebraciones de fin de año, que finaliza el 8 de enero del año siguiente.
La fecha además coincido con el Día de la Inmaculada Concepción, más conocido como el día de la Virgen. Se trata de la fiesta más grande y popular que celebran en torno a la figura de María.
Si bien la festividad católica no tiene relación con el armado y decoración del arbolito, se adaptó a la historia religiosa y al nacimiento de Jesucristo: el árbol original emergió como una representación del amor de Dios y su forma triangular se asocia a la Santísima Trinidad. En tanto, la Iglesia Católica celebra el nacimiento de la Virgen, por lo que para calcular el momento en el que fue concebida, se restaron nueve meses a esta fecha, dando como resultado el 8 de diciembre.
Bajo este escenario, muchos optan por decorar sus casas con árboles de diferentes tamaños y colores. Además utilizan bolas de colores, luces, estrellas, campanas, aguirnaldas, pesebres, entre otros objetos que hacen referencia a Papá Noel, los renos y la costumbre de los regalos.
Sobre el sentido «católico», las pequeñas pelotas de colores simbolizan las manzanas del paraíso que habitaron Adán y Eva antes de cometer el pecado original. Las luces representan velas, «la luz de Cristo», el vínculo de unión entres las familias y las personas.
No hay una historia precisa, aunque es relato más aceptado dice que en Argentina comenzó a armarse en 1807 cuando un irlandés trasladó este hábito a nuestro territorio, decorando un pino en una plaza pública. Había llegado a América Latina proveniente de Estados Unidos y lo decoró de acuerdo a la costumbre arraigada en su país de origen.
Tiempo antes, se precisó como el origen del árbol la sociedad celta. Dicho pueblo tenía por costumbre adornar un roble por la llegada del solsticio de invierno, ya que de esta manera se aseguraban el regreso del sol.
Hay otra historia que expresa que los sacerdotes druidas de Europa Central adoraban a sus dioses adornando árbol que llamaban Yggdrasil.
Por otro último, hay otro relato relacionado al protestantismo y a su creador, Martín Lutero. Hacia el 1500, el teólogo, mientras caminaba en un bosque, se asombró por cómo el brillo de las estrellas resplandecía en los árboles. A tal punto fue su fascinación que cortó una de las ramas y la