Alberto Fernández y Xi Jinping se reunieron en el Gran Salón del Pueblo, cuando ya era un hecho geopolítico que Argentina se sumaba a la iniciativa de la Ruta de la Seda y China prometía invertir 23.000 millones de dólares en centrales, gasoductos y trenes. Sucedió el domingo pasado en Beijing, y la cita bilateral transcurrió entre las apreciaciones generales de Xi y los recuerdos peronistas del Presidente.
Cuando ya habían pasado cuarenta minutos del cónclave, el protocolo chino indicó que todo había terminado. Alberto Fernández saludó a la distancia con una sonrisa, y enfiló hacia la salida junto a Eduardo Valdés (diputado nacional), Santiago Cafiero (canciller), Arabela Carreras (gobernadora de Río Negro), Axel Kicillof (gobernador de Buenos Aires) y Sabino Vaca Narvaja, (embajador argentino en China).
-Bueno, gracias-, dijo Xi, saludando por última vez al jefe de Estado.
Alberto Fernández asintió con la cabeza, volvió a sonreír y empezó a caminar hasta la puerta del Gran Salón del Pueblo. Vaca Narvaja se quedó en su lugar, miró al líder comunista y fuera de protocolo citó en mandarín una vieja canción que cantaba Mao Zedong en tiempos de adoctrinamiento y masacres sistemáticas.
-Sin el Partido Comunista, no habría una nueva China-, recitó el embajador argentino.
-Lo has dicho bien, lo has dicho bien. Gracias por tu apoyo-, completó Xi con una sonrisa gigantesca que su barbijo no pudo ocultar.
-Gracias-, completaron a coro Cafiero, Kicillof y Vaca Narvaja.
El vídeo con el diálogo entre Sabino Vaca Narvaja y Xi fue difundido por CGTN, una cadena oficial china que transmite en inglés las 24 horas. La Casa Rosada no distribuyó en los medios nacionales este video, que fue utilizado por el régimen comunista en una obvia operación de marketing político.
El Partido Comunista chino maneja el poder desde 1949 y es responsable de todas las masacres y persecuciones ocurridas en China en los últimos 73 años. “Este, oeste, norte, sur. El Partido lo controla todo”, repite Xi frente a sus camaradas.
Argentina preside el Consejo de Derechos Humanos en las Naciones Unidas, y le tocará investigar las violaciones cometidas por el régimen chino en Xinjiang contra la minoría Uigur, que resiste las disposiciones políticas de Xi y el Comité Central del Partido Comunista.
En este contexto, las declaraciones de Vaca Narvaja no son auspiciosas, si se tiene en cuenta qué hizo el Partido Comunista con Mao como Gran Timonel.
En 1957, Zedong impuso el denominado Gran Salto Hacia Adelante, que planteaba la necesidad de industrializar a China frente a los avances económicos de Occidente. La pretendida industrialización se hizo en el campo, e implicó la colectivización de la tierra privada.
Fue una tragedia humanitaria. La colectivización forzosa con mano de obra intensiva terminó con la vida de 45 millones de chinos. Murieron de hambre.
Con el recuerdo censurado del Gran Salto Hacia Adelante, Mao ejecutó la Gran Revolución Cultural. Inició en 1966 y su objetivo político fue terminar con los “elementos enquistados” de la burguesía capitalista que afectaba al sistema chino de poder. No hay cifras definitivas, pero se calcula que el líder comunista ordenó la purga y el asesinato de más de 15 millones de personas.
Las masacres clandestinas, las persecuciones y la censura no terminaron en China cuando Mao murió en 1976. De hecho, el régimen comunista exhibió -de nuevo- su fiereza durante la represión en la Plaza Tianammen. Ocurrió entre abril y junio de 1989, cuando miles de manifestantes ocuparon el centro de Beijing en reclamo por la corrupción del régimen y su sistema totalitario para dirimir las diferencias políticas.
El 20 de mayo de 1989, el Partido Comunista ordenó la ley Marcial. Y en la noche del 3 de junio desató una furibunda represión en la plaza Tiananmén. Fue faena ejecutada sin límite por la infantería y los tanques chinos.
Ese día, al menos, murieron 2.000 personas.
Xi cumple el mandato histórico de Mao. Por eso sonrió cuando Vaca Narvaja le recordó en mandarín que “sin el Partido Comunista, no habría una nueva China”.