Saltando para una foto en las aguas turquesas se golpeó y quedó inmóvil. Una historia de solidaridad de amigos, desconocidos y el reencuentro con Gisel, quien volvió a su vida para no dejarlo nunca más
Damián Blangetti, el primero a la derecha con bermuda a cuadros, y sus amigos en Cancún, horas antes del accidente
Era el 24 de abril. El sol, la playa y los amigos eran para Damián Blangetti la ecuación perfecta y las vacaciones soñadas hechas realidad en 2012 luego de meses de planificación y ahorro.
Cuando la tarde cayó y la piel comenzaba a mostrar el bronceado, el grupo conformado por 10 amigos mendocinos se dispuso a disfrutar del último día en la paradisiaca Cancún: frente a la playa del hotel, jugaron con una pelota, se hicieron fotos con el sol cayendo en sus espaldas y hasta intentaron hacerse imágenes saltando, con la idea de que sus siluetas quedaran estampadas en el aire. Era tanto lo que se divertían que uno de ellos propuso saltar en el mar y hacer otras tomas, casi artísticas.
“Buscábamos la foto que nos congele en el aire. Hubo varios intentos y no salían como la habíamos imaginado. En el último intento me lancé en una posición más horizontal, para quedar en paralelo al agua. Me tiré haciendo como un clavado y caí. Esa posición me hizo tomar más impulso y llevó más lejos de donde estaban mis amigos... Caí sobre un montículo de arena, en ese lugar estábamos a 60 centímetros de profundidad y había pozos. Solo recuerdo que me golpeé la cabeza”, revive Damián Blangetti (37) en diálogo con Infobae.
El golpe, dice, no fue fuerte —al menos no es así como lo recuerda—, pero bastó para lesionarle las quinta y sextas vértebras cervicales. Quedó cuadripléjico a los 27 años.
Después del accidente
Damián practicaba cuánto deporte estaba a su alcance: practicaba snowboard, jugaba casi todos los días al fútbol y esperaba ansioso que su San Lorenzo amado llegara a Mendoza, San Juan o San Luis para ir a verlo, y un mes antes de emprender las vacaciones, cruzó a Chile en bicicleta.
El año anterior a esas vacaciones, recorrió Perú con cuatro amigos, con ellos organizó el viaje a Cancún y se sumaron cinco más. “Hicimos muchas excursiones, recorrimos todos las ciudades que queríamos conocer, por suerte. El accidente lo tuve el último día, cuando ya nos estábamos despidiendo del lugar donde también había unas 20 personas del hotel también disfrutando del atardecer”, dice y recuerda que hasta allí llegaron por una promoción turística que, por ser en abril, les costó mucho menos, con servicio all inclusive.
La foto buscada; luego siguió el golpe que le lesionó las vértebras C5 y C6
“Quedé boca abajo en el agua, sin poder moverme. Y tuve la fea sensación de que moriría ahogado... Las veces que por ahí hablé con alguien sobre la propia muerte, siempre dije que no quería morir ahogado y en ese momento, inmóvil, pensé: ‘¡Y bueno, será lo que me tocó!’”, admite.
Fue uno de sus amigos el que se acercó a buscarlo porque no se paraba y al verlo creyó que Damián estaba en esa posición buscando el reloj, pero alcanzó a oírlo: “Le dije que no podía moverme”. Desesperado, lo socorrió y se le sumaron otros amigos y las 20 personas que estaban en la playa.
De inmediato, llegó la ambulancia que lo trasladó al hospital más cercano. “Pese a todo estaba tranquilo. Me habían sacado del agua y me salvaron de morir ahogado”, recuerda 10 años y unos días después del segundo que le cambió la vida.
En ese momento exacto, Gisel Ruchaj (35), la que fue su novia en 2008, tomaba mate en la casa de la familia de Damián, en Mendoza. “Tenia muy buena relación con la mamá y pese a cortar con él, no me desvinculé de su familia y solía visitarla. Ella siempre me pedía que cuando llegara a mi casa la llamara así se quedaba tranquila y esa vez no lo hice. Al rato de llegar me llama, pensé que era para saber si había llegado, pero no. Me dijo: ‘¡Damián tuvo un accidente y no sé cómo está!’. ¡Quedé helada!”, relata.
Damián fue llevado al hospital más cercano para recibir la primera atención, pero como no contaba con lo necesario para su atención, fue trasladado a una clínica privada especializada donde lo operaron de urgencia con el consentimiento de uno de sus amigos. Su papá llegó el 26 de abril y el 27 se le venció el seguro médico y ya no podía estar en ese lugar. Otra vez debió ser trasladado, esta vez a una clínica más económica.
Allí, estuvo tres días en coma inducido. Mientras, los amigos comenzaron a pedir ayuda a los argentinos en México y a averiguar por un avión sanitario que lo trajera de regreso a Argentina. Lograron alquilar por 17000 dólares un vuelo de Cancún al entonces DF y allí lo llevaron a otro hospital.
“Estaba desnutrido y casi deshidratado porque la intubación no me permitía alimentarme . Cuando los médicos me revisaron notaron que cuando en la primera intervención me sacaron un hueso de la cadera, para ponerlo en el lugar de la fractura en la columna vertebral, quedó una astilla tocando la médula y tenían que sacarla. Me operaron por segunda vez”, cuenta sobre la cirugía que lo dejó con una placa de titanio.
En ese momento, los costos comenzaron a pesar porque eran en dólares. En Mendoza, Gisele y otros amigos del entonces estudiante de Ingeniería en sistemas, organizaron una colecta solidaria para lograr que regresara al país y que, meses después, llegara a Mendoza.
La historia de amor
Damián y Gisel se conocieron en un boliche en 2008, se gustaron y quedaron en contacto por el viejo MSN de Microsoft. En octubre, iniciaron un noviazgo que duró cinco meses y, aunque siguieron en contacto por un tiempo, pasaron unos años sin verse.
Cuando cortó aquel llamado con la mamá de Damián, Gisel se puso en contacto con los amigos de él para saber qué había pasado. Al enterarse de que el papá de su exnovio viajaría a México, se ofreció a mudarse con la madre y hermanas de él para estar juntas y ayudarlas en lo que fuera.
Damián Blangetti y Gisel Ruchaj se casaron en 2018
Ya en Buenos Aires, Damián continuo su rehabilitación junto a su mamá que no demoró en contarle todo lo que Gisele había hecho por ellos. “Al saberlo, le pedí a mi mamá que la llamara y ofreciera viajar al otro día a Buenos Aires. Y lo hizo. Llegó con una mochila y se quedó más de un mes para cuidarme y ayudar a mis papás”, recuerda emocionado Damián.
“Cuando le dieron el alta y regresó a Mendoza, me mudé a la casa de la familia para ayudar a cuidarlo. Solo por amor. Éramos amigos, pero había un sentimiento muy fuerte”, reconoce ella.
Ya instalado en Mendoza, Damián pudo rendir las dos materias que le quedaban de la carrera y se recibió. Se afianzaba la relación con Gisel y en 2015 se mudaron juntos; tres años después, se casaron.
“Tenemos la vida normal de una pareja”, dice Gisel. “No es la vida normal para cualquiera”, la corrige Damián y se ríe. Cuenta que su esposa lo ayuda en todo lo que tiene que hacer, desde higienizarse e ir al baño hasta darse vuelta en la cama o comer.
“Es como si tuviéramos a un recién nacido todos los días porque dormimos cortado por los horarios de la medicación que tiene que tomar. No tenemos enfermera porque yo lo puedo cuidar. Hace kinesiología en el horario en que trabajo como asistente en el estudio contable y, por suerte, mi jefa entiende la situación y no tengo problemas en salir si me necesita porque estoy a pocas cuadras de casa”, dice ella.
Damián no encuentra manera de agradecer a Gisel todo lo que hace por él y sueña con encontrar un empleo remoto que le permita volver a trabajar de lo suyo. Para eso también se perfecciona en inglés. “Es increíble lo que ella hace por mí todos los días. Incluso entiende mi pasión y me lleva a la cancha cuando San Lorenzo viene o juega cerca”, reconoce y agradece también el apoyo de sus amigos, en especial a Leandro, que lo contuvo en México, y a la cantidad de argentinos en ese país que armaron un grupo de ayuda para juntar dinero y darle a su padre un lugar donde descansar cuando no estaba con él en el hospital.
“La embajada le había ofrecido un hotel, pero él no quiso estar en un lugar de lujo mientras yo estaba en un hospital y se quedó conmigo”, dice orgulloso y agradece porque el gobierno de Mendoza lo ayudó a regresar a Argentina cuando no había a disposición un avión sanitario para traerlo de regreso desde México.
Hoy, Damián se enfoca en su futuro, en poder seguir con su rehabilitación para mejorar cada día. ““El tronco superior lo estoy recuperando, la zona abdominal y espinal también. Tengo los bíceps y el tríceps totalmente recuperados y puedo levantarme de la cama. Puedo mover los pulgares y el celular lo uso perfectamente. Desde allí podría trabajar. Ojalá pronto pueda hacer”, finaliza.
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