Minutos después de que el ahora ex ministro de Producción Matías Kulfas se retirara de la Casa Rosada, luego de despedirse de Alberto Fernández, Juan Manzur y Vilma Ibarra, se hizo pública la carta de renuncia del funcionario que fue echado por el Presidente.
Fue explosiva. Y se conoció cuando faltaban algunos minutos para la presentación del proyecto de ley que impone un impuesto a la renta inesperada de las empresas como consecuencia del shock internacional de precios que provocó la guerra en Rusia. En algún punto, opacó la presentación oficial que hicieron el Presidente y Martín Guzmán.
Kulfas no solo ratificó todo lo que ya había dicho sobre las presuntas irregularidades en la licitación del gasoducto Néstor Kirchner y que derivaron, off the record de por medio, en su salida del Gobierno, sino que también habló de un “internismo exasperante” dentro de la Secretaría de Energía que condicionó la gestión.
Por eso no pareció casual que durante la presentación de la ley el jefe de Estado haya evitado hacer referencia a la reunión que había tenido minutos antes con el ministro. De la misma forma en que lo hizo con el ex secretario de Comercio, Roberto Feletti, a quien nombró en un acto público y le agradeció su labor.
Pese a la gran cercanía que existe entre Fernández y Kulfas, el Presidente no dijo una sola palabra sobre la salida del ministro. No hubo agradecimientos. Tampoco palabras recordatorias. Solo habló del impuesto y respaldó a Martín Guzmán, a quien sentó a su lado en un escenario que solo tuvo a ellos dos como protagonistas.
Kulfas se fue del Gobierno asegurando que la interna entre la Casa Rosada y el kirchnerismo ha dificultado los avances en la gestión, un hecho que muchos funcionarios y ministros desmintieron a lo largo de la guerra de intereses y poder que vive el Frente de Todos.
Alberto Fernández, a través de la Portavoz, Gabriela Cerruti, decidió responder la carta de Kulfas, que para esa altura ya no formaba parte del Gobierno. Le respondió a un ex ministro. “El Gobierno Nacional rechaza las acusaciones vertidas por Matías Kulfas en su carta de renuncia y no comparte los conceptos sostenidos en ese sentido”, sostuvo en sus redes sociales.
Y agregó: “El Presidente está convencido de la necesidad de seguir trabajando por la unidad de la coalición de gobierno, construyendo acuerdos en la diversidad y gobernando con plena transparencia en todas las áreas”. Desde el entorno de Fernández habían advertido antes del acto que el ex ministro de Producción “se iba” pero “seguía igual al lado de Alberto”. Contradicciones.
En el auditorio hubo algunas señales que podrían considerarse un acercamiento entre las distintas partes del Frente de Todos. Además de gran parte del Gabinete, estuvieron presentes tres legisladores kirchneristas que votaron en contra de la acuerdo con el FMI y que han sido críticos de la gestión de Guzmán. En las primeras filas estaban los sindicalistas Hugo Yasky y Sergio Palazzo, y el legislador de Patria Grande Itai Hagman.
“Hubo un cambio y un click el viernes en Tecnópolis, que se consolidó el sábado con la decisión del Presidente de desplazar a Kulfas. En este acto hubo gente que una semana atrás no hubiese estado”, advirtió uno de los presentes en el Museo del Bicentenario. La sensación de tregua es confusa dentro del oficialismo, ya que hay funcionarios, ministros y dirigentes que piensan que no existe y que nunca sucederá.
Pese a los cuestionamientos que la Vicepresidenta le hizo a Fernández el último viernes, en la Casa Rosada creen que lo que sucedió en Tecnópolis “fue una foto de unidad” que no “oculta las diferencias”, pero que baja el tono de la confrontación. Ese retrato fue convalidado con la expulsión del ministro de Producción.
En esta oportunidad no hubo empresarios presentes. Uno de los ausentes fue el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa. El impuesto debe ingresar al Congreso a través de la Cámara baja y será el líder del Frente Renovador uno de los encargados de gestionar votos para que el proyecto encuentre respaldo en algún sector de la oposición.
Será un complejo desafío para el Frente de Todos sacar adelante el proyecto de renta inesperada, pero no imposible. Lo asumen en las filas parlamentarias del oficialismo. Sobre todo porque la mayor parte de la oposición ya ha marcado su negativa a acompañar un nuevo impuesto. Queda un pequeño margen con legisladores que responden a gobernadores cercanos a la Casa Rosada que son la base de la esperanza del Gobierno.
Si pasa el filtro de la Cámara de Diputados, en el Senado tendría un trámite más accesible. De todas formas, la negociación será compleja. Por eso también es extraño que el Presidente haya dado otra muestra de respaldo al ministro de Economía exponiendo un proyecto que no se sabe si podrá ser aprobado. Es, a esta altura, una gran incógnita.
Fernández decidió igual blindar a Guzmán. En un movimiento en espejo con el día en que anunciaron la idea de crear el impuesto, el 18 de abril de este año, el Presidente lo sentó a su lado en soledad y revindicó su labor. Para que quede claro que, pese a los reiterados cuestionamientos del kirchnerismo y la incertidumbre que hay en el albertismo sobre su accionar luego del desplazamiento de Kulfas, lo mantendrá en el cargo.
Según detalló Guzmán, el nuevo impuesto alcanzará a las empresas con ganancia neta imponible o ganancia contable superior a $1.000 millones de pesos, y a aquellos cuya ganancia neta imponible haya crecido en términos reales y que cumplan con una de las dos condiciones impuestas: margen de ganancia en 2022 superior al 10% o aumento del margen de ganancia en 2022 en relación al 2021 de al menos 20%.
En el oficialismo hacen énfasis en un punto central de proyecto de ley. Lo recaudado por el impuesto a la renta inesperada será coparticipable con las provincias. Ese dato es clave en la negociación parlamentaria porque podrían sumar adhesiones. El Gobierno aún no confirmó cuando enviará el proyecto pero se espera que sea en el corto plazo.
Es un hecho de gestión en el que el albertismo y el kirchnerismo están de acuerdo. Un punto de unidad en el medio de tantos reproches y cuestionamientos que han desfigurado la gestión.
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