“El tema del café es gravísimo, las últimas medidas han restringido aún más el poco cupo que había. Los trámites de importación comienzan a ser denegados y corren peligro los stocks”, aseguró Marcelo Salas, dueño de la cadena Café Martínez.
Las cadenas de cafeterías y los fabricantes de café son uno de los rubros más afectados por las trabas a las importaciones. Desde el sector, remarcan que su materia prima es 100% importada y que no tienen forma de reemplazarla: en la Argentina no se producen los granos de café que luego pasan a ser molidos y envasados por los fabricantes locales.
Por el cupo cada vez más limitado para las importaciones, la empresa Café Martínez tuvo que reducir la venta de sus cafés envasados en supermercados y sus exportaciones a países de la región para poder compensar la falta de su insumo principal y poder abastecer a sus 210 locales en el país, donde trabajan unas 3.000 personas, según detalló a Infobae Marcelo Salas, socio y director de la empresa.
La empresa Café Martínez tuvo que reducir la venta de sus cafés envasados en supermercados y sus exportaciones a países de la región para poder compensar la falta de su insumo principal y poder abastecer a sus 210 locales en el país
“Si la situación se mantiene y no podemos abastecer a los locales, la facturación caería un 45%”, dijo el directivo en diálogo con Jorge Lanata, en Radio Mitre, y alertó que en un mes y medio no habrá café en la Argentina. “Nos queda stock de café para 30 o 45 días”.
Salas reveló que su cadena tiene 9 listas de precios y allí los cálculos son milimétricos porque hay distintos precios dependiendo las zonas. “Hay aumentos puntuales que se hacen quirúrgicamente para evitar que caigan las ventas y acomodarse a las posibilidades reales de la gente. Claramente, la economía argentina no está manejada por quienes las practican”, se lamentó.
“Tener que empezar a pagar las importaciones al valor del dólar financiero sería tristísimo, porque deberíamos llevar el producto al doble de lo que está hoy, que ya es caro. Hoy ya es difícil para mucha gente acceder a un café o un desayuno, y esto es una pena porque mucha gente en épocas como esta reemplaza algo para comer en la cafetería porque no lo alcanza para el almuerzo”, explicó.
Las limitaciones a la importación obligaron a la compañía cafetera a reducir sus exportaciones a los mercados de Uruguay y Paraguay, donde se comercializan sus productos y también hay locales de la marca. “Estábamos por entrar con la venta de café a los supermercados de Chile y tuvimos que dar marcha atrás. No podemos cumplir con los contratos y luego poder reconstruir ese canal nos va a llevar años, se pierde la confianza”, destacó Salas.
Otro empresario del sector, Martín Cabrales, aseguro que están intentando buscar una solución a la crisis. “Junto con el Banco Central y Desarrollo Productivo se busca solucionar este tema coyuntural en el corto plazo. Esperemos que se normalice todo pronto. Hoy el estado de los stocks es crítico”, coincidió el empresario.
Salas explicó que, desde sus inicios, en la década de 1930, Café Martínez solo atravesó una situación similar a la actual durante el primer Gobierno de Juan Domingo Perón, cuando se vieron obligados a dejar de importar café y lo reemplazaron con malta.
Los granos de café se importan para la producción local
“El problema está en las medidas que se toman y en la total desconexión con las cámaras del sector y con los empresarios”, aseguró el directivo. El cupo que les otorga el Banco Central para acceder a los dólares necesarios para la importación toma como base las importaciones de 2020 y 2021, que fueron muy bajas por efecto de la pandemia. En ese período, además, el precio internacional casi se duplicó y pasó de USD 5 a los USD 9 o USD 10 actuales.
“Toda la venta en supermercado se va a retrasar, porque tenemos como prioridad abastecer a los locales, donde tenemos que proteger los empleos. Estimamos que hoy estamos entre 38% y 40% por debajo en la venta en los supermercados. En los locales de la cadena, el 50% de la facturación es la venta de café en grano (envasado) o para consumir en pocillo”, precisó Salas.
Con todo, destacó que hay un tiempo se reunieron con las autoridades del Banco Central para destrabar las importaciones pero que, a las pocas semanas, las nuevas medidas —más restrictivas— los volvieron a poner en la misma situación. “Nos achicaron más el cupo”, resumió el directivo. Ahora, la expectativa es reunirse con Daniel Scioli, que está al frente del ministerio de Desarrollo Productivo.
“Esta es temporada alta y se nos da una sumatoria de problemas. Al cepo para importar se agregan los problemas de transporte en Brasil, la falta de containers para el comercio exterior y, sobre todo, las fricciones políticas del país que no ayudan. Necesitamos algo de tranquilidad y de perspectiva”, destacó.
Problemas en todos los sectores
Las últimas medidas del Banco Central, que ajustaron aún más el cepo a las importaciones, generaron una situación de extrema preocupación en las empresas, que ya advierten que las actuales dificultades para acceder a productos y bienes importados para la producción generarán faltantes y aumentos de precios en el corto y mediano plazo. La preocupación es generalizada en todos los sectores que, más allá de la coyuntura, aún no saben si en los próximos dos meses van a poder pagar compromisos ya asumidos.
“Esta incertidumbre se traslada en una presión hacia los precios. Las empresas no saben si van a poder hacer la reposición correspondiente. Hay un conjunto de situaciones de extrema gravedad. Para la economía y la producción no hay nada peor que la incertidumbre, que lleva a las empresas a tomar decisiones conservadoras para resguardarse”, explicaron desde la Cámara de Importadores de la República Argentina (CIRA).
Las empresas no pueden garantizar los próximos pagos a sus proveedores en el exterior
Al no poder garantizar los próximos pagos a sus proveedores en el exterior, las empresas buscan alternativas como suspender ventas, jerarquizar o privilegiar a algunos clientes sobre otros o poner límites en las cantidades. “En comercio exterior, las restricciones de hoy se ven reflejadas con el tiempo. Los efectos se van a ver con el correr de las semanas y los meses. La situación de incertidumbre es grave y generan fuertes presiones y especulaciones”, advirtieron fuentes del sector.
El 27 de junio pasado, el Banco Central endureció aun más las medidas que restringen las importaciones: se extendió el sistema de financiación de importaciones —que se estableció en marzo pasado— a las realizadas bajo “Licencia No Automática” y a la importación de servicios y tendrán vigencia por un trimestre (hasta el 30 de septiembre próximo).
Por lo tanto, las empresas tienen que salir a buscar financiamiento en dólares para concretar sus pagos (a través de créditos comerciales en el exterior o sus propias casas matrices). El Gobierno también dispuso ampliar las posiciones arancelarias de bienes equivalentes a los producidos en el país que tendrán acceso al mercado a partir de 180 días y la de bienes suntuarios que podrán acceder a partir de los 360 días.
Desde la CIRA ya solicitaron audiencia con la nueva ministra de Economía, Silvina Batakis para plantear las dificultades y también reiteraron pedidos para reunirse con Daniel Scioli y Miguel Pesce, para expresar formalmente la necesidad de pagar los bienes que ya fueron comprometidos. “El 99% de los fabricantes locales algo importan”, agregaron.
Según detallaron en el sector, el problema afecta en forma transversal a todas las empresas importadoras. Los complejos procesos y plazos del comercio exterior hacen que las consecuencias puedan verse tanto en el corto como en el mediano plazo. “Hay cargas en el puerto de Buenos Aires pagando días de almacenamiento, cuyo costo se duplica después de los 7 días, y hay carga ‘flotando’ (en camino) porque no puede pagarse. Son cargas programadas al menos hace 30 días o más”, dijeron.
“Hoy están viajando a Buenos Aires cargas que fueron compradas en febrero o marzo con un anticipo y se pagan contra entrega”, precisaron. La idea de que las empresas puedan financiarse a 180 días es muy compleja, ya que requiere una relación de confianza con los proveedores que muchas compañías argentinas no pueden generar en este contexto.
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