Por Natalia Volosin-Doc tora en Derecho por la Universidad de Yale
Mayorista, minorista, ahorro, blue, turista con cupo, Qatar, lujo, Coldplay, Netflix, tecno, MEP, contado con liqui (CCL), cripto y soja. El país tiene 14 tipos distintos de dólar. Y, como si eso no fuera suficiente alucinación, solo uno es un mercado negro: el blue, también llamado informal o, con toda razón, libre. Los demás son invenciones paranormales del propio Estado en su afán de controlar la sangría de reservas.
¿Cuánto vale un dólar en la Argentina? Pues, depende. Si sos un banco o una casa de cambio vale cerca de $150. Si no sos un banco o una casa de cambio pero vas a un banco o una casa de cambio, vale unos ocho pesos más ($158), pero solo podés comprar $200 dólares por mes y te van a salir $100 mangos más ($261) porque te van a aplicar un 30% de recargo por una cosa que se llama impuesto PAIS y un 35% de anticipo de impuesto a las ganancias. Ah, y si recibís subsidios o planes, refinanciaste vencimientos de tarjetas en 12 cuotas o hiciste operaciones con MEP, CCL, dólar soja o cripto, no vas a poder comprar nada. Salvo, claro, que te vayas al blue, que es libre pero ilegal y que está cotizando más o menos a $290.
Después tenés los dólares financieros: el MEP y el CCL. El primero, por compra y venta de bonos, está a casi $300: es el valor de venta en dólares de bonos comprados en pesos. Y el CCL, para operaciones con bonos y acciones que se compran en pesos en el país y se venden en dólares en el extranjero, está a unos $316 argentos.
¿Pero qué pasa si querés irte de viaje a otro país y necesitás, no sé, alimentarte, ponele, o dormir, que es algo que los seres humanos suelen hacer? Bueno, ahí tenés dos opciones: o te llevás los verdes que ya compraste o usás la tarjeta de crédito. En el primer caso, seguramente tengas dólares azules, porque con los $200 verdes por mes que el Estado te permite comprar como ahorro oficial no pagás ni dos hamburguesas y un par de noches en un hostel roñoso, salvo que compres dólar ahorro durante varios meses y solo lo destines a ese loco lujo llamado vacaciones en el extranjero, tan dolarizadas como las de cabotaje, abuso mediante y más allá del éxito del previaje.
Si, en cambio, usás la tarjeta de crédito, vas a pagar el dólar turista, que hasta esta semana te convenía porque era el oficial minorista más el recargo del PAIS y la retención de ganancias, pero no ya del 35% sino del 45% (o sea, un poquito más que el dólar ahorro). Y encima lo de ganancias después te lo devuelven o te queda como saldo a favor de ese impuesto o de bienes personales, según el caso.
Pero ahora esto cambió y se abrieron dos nuevos caminos. Camino A: en vez de dos hamburguesas te comés tres o cuatro y parás en un hostel roñoso pero no tan roñoso, gastás menos de $300 verdes y seguís levantando la tarjeta con una cotización del dólar minorista más el 30% del impuesto PAIS y el 45% de ganancias a recuperar. Si querés comerte un par de hamburguesas más o, no sé, una soupe à l’oignon en París, podés combinar esto con un poco de blue.
Camino B: ¿querés parar en un cuatro o cinco estrellas, hacer las cuatro comidas y ver un musical en Broadway o sacarte una foto con la Pietà en el Vaticano? Vas a gastar más de $300 verdes. Así que llevás mucho blue o pagás con tarjeta el dólar Qatar, que es igual que el del hotel roñoso pero no tan roñoso (minorista más 30% de impuesto PAIS y 45% de ganancias), solo que hay que agregarle un 25% más de adelanto de bienes personales: alrededor de $314. Es la misma cotización que tiene el dólar lujo, también creado por el Gobierno, en este caso para la compra de bienes suntuarios (autos de alta gama, jets y barcos privados, relojes, piedras preciosas, etc.), tragamonedas y máquinas de minería cripto.
En definitiva, la joda de la Pietà te va a salir más de $314 mangos por dólar, así que vas a tener que calcular bien si te conviene llevar blue o si, con las devoluciones de ganancias y bienes personales, sigue siendo más barato el Qatar. Hacé bien las cuentas y, si se te complica, buscá un contador. Ah, y no te olvides de considerar sus honorarios para netear el costo final de cada dólar que vas a gastar. Haceme caso. Si no, en las fotos con Mickey Mouse vas a salir con una terrible cara de bragueta. Y es muy feo eso. Sobre todo cuando se las muestres a tus nietos. ¿Qué le pasaba al abuelo? Imaginate.
Igual, atenti, porque lo del límite de $300 verdes es por persona, así que si viajás podés dividir los gastos para no pasarte. O podés turnarte para comer: un día los pibes y otro vos, o un día hamburguesa y otro nada y así. También dicen que los bancos son medio giles y no saben si tenés otras tarjetas, o sea que podrías usar plásticos distintos sin pasarte de los $300 en ninguno y que nadie se de cuenta de que, en realidad, comiste todos los días y sonreíste en las fotos con Mickey Mouse.
Un par de cositas más sobre el dólar turista. No hace falta cruzar la frontera. Si no salís del país pero hacés gastos con tarjeta en el extranjero, te cocinan igual. Salvo que compres software con fines educativos o libros, o que uses plataformas educativas, o que sean gastos de investigación y trabajes para el Estado nacional, provincial o municipal. La investigación privada se jode. Pero en los otros casos te evitás el impuesto PAIS. Para los turistas también hay buenas noticias. No todo es pálidas, no sean amargos. Si comprás pasajes terrestres para ir a países limítrofes no pagás el PAIS. Y si viajás a las Malvinas tampoco. Dólar anticolonialista.
Falta poco, ya termino. Solo me quedan cinco tipos de dólar. Si te pinta traer a Coldplay o tenés que pagar derechos internacionales, podés acceder a una cotización de unos $200 argentos (minorista más el 30% del impuesto PAIS). Otros sectores con dólares diferenciales son la soja y sus derivados, que tuvo un dólar a $200 (sin considerar las retenciones) para estimular la liquidación de divisas durante el mes de septiembre, las criptomonedas (uso de billeteras virtuales para comprar stablecoins atadas al dólar estadounidense, con una cotización en pesos similar a la del blue) y la tecnología (exportadores de software e industria del conocimiento con inversión directa superior a $3 millones de dólares pueden disponer libremente del 20% de las divisas que ingresen al país).
Netflix
Por último, si lo tuyo no es la lectura, si los libros que traés de afuera exentos del impuesto PAIS no son suficiente entretenimiento, o si tu piberío no se copa con Pakapaka y te pide ver la última de Marvel en la tele, vas a pagar el dólar Netflix (aplica a todas las plataformas de streaming). ¿Cuánto vale? Casi 50 mangos más que el Coldplay: minorista más 8% de PAIS, 21% de IVA y 45% de anticipo de ganancias. ¿Te parece mucho? Peor es perderte la última temporada de Cobra Kai.
Bueno, terminamos. Están los 14. Y puede ser que su existencia sea necesaria, incluso distributivamente justa. No lo descarto. Son cuestiones para discutir. Solo me interesa señalar lo que, después de este recorrido, resulta obvio e inaceptable (incluso si considerásemos necesarias y justas las restricciones cambiarias): es un sistema regulatorio tan complejo, inestable y, en muchos casos, incomprensible para una persona adulta y alfabetizada que se lleva puesto un presupuesto básico del Estado de derecho.
Me refiero a la seguridad jurídica, a la necesidad de que el Estado regule las porciones de nuestra vida que pueden afectar a otras personas solo con normas generales, públicas, comprensibles, no contradictorias, estables y practicables. La seguridad jurídica tiene mala prensa entre la progresía. Y con razón: el Consenso de Washington quiso hacernos creer que alcanzaba con eso para tener un Estado de derecho robusto o una sociedad justa. Y obviamente no alcanza. De hecho, tiendo a creer que es difícil hablar de Estado de derecho en un país con 37% de pobreza y 9% de indigencia.
Pero que sea insuficiente no quiere decir que sea innecesaria. Nadie puede planificar su vida sin certeza jurídica. No solo las grandes empresas o los buitres. Tampoco las personas de a pie, las asalariadas, las monotributistas, las inmigrantes que envían remesas al extranjero. La autonomía para planificar es la esencia de nuestras libertades constitucionales.
No hay nada de progresista en someter a las personas a regulaciones incomprensibles, inestables e incumplibles. De hecho, quienes mejor pueden defenderse en sistemas como esos son, justamente, los poderosos. Tienen séquitos de abogadas, contadoras y otras magias para reducir costos y buscar salidas legales, judiciales o incluso delictivas. Los demás se joden. A sintonizar Pakapaka y a veranear en las Malvinas.
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