Los datos dicen otra cosa. En los años 90, cuando el auge del menemismo, rebajaron la cifra a 700 mil personas. Lo mismo dijo Cristina Kirchner cuando era presidente: el 25 de mayo de 2013 habló de esa cifra, reunida por organizaciones políticas, movimientos sociales, entidades de Derechos Humanos y mortales comunes. También parece mucho: 700 mil personas son diez canchas de River llenas a tope, derramadas frente a la Casa de Gobierno. Dicho así, no caben.
Los cálculos a ratificar hablan de una superficie de 230 por 120 metros, lo que da una superficie de 25.300 metros cuadrados. Eso mide en fríos números la Plaza de Mayo. A un cálculo, siempre arbitrario pero en apariencia lógica, de cuatro personas por metro cuadrado, la capacidad total de la Plaza es de 101.200 personas. Con las calles aledañas llenas, se agrega casi un 50 por ciento más: 48 mil personas. Con lo que la Plaza de Mayo repleta, suma 150.000 personas, alma más o menos.
Durante décadas, el peronismo fue dueño de las grandes manifestaciones populares. Cuando cayó derrocado por la Revolución Libertadora, en 1955, la Plaza de Mayo también estuvo llena de gente la mañana de septiembre cuando el juramento del general Eduardo Lonardi como presidente provisional, sin que la propaganda oficial de los flamante dictadores hablara de un millón de personas.
Antes, fue el acto del renunciamiento de Eva Perón a ser compañera de fórmula de su esposo, el 22 de agosto de 1951, cuando una gigantesca manifestación popular ciñó la cifra en un millón de seguidores. Esa noche, el escenario no fue la Plaza de Mayo, sino lo que es hoy el Ministerio de Acción social, en la Avenida 9 de Julio y Moreno. Allí se alzó el palco que miraba hacia el Norte, hacia las avenidas De Mayo, Corrientes, Córdoba y Santa Fe. La multitud colmó la 9 de Julio en todo su ancho y se extendió hacia las calles que seguían a la Avenida de Mayo, Ese fue el escenario en el que se desarrolló el dramático diálogo de Eva con la multitud que le exigía que aceptara ser vicepresidente. Renunció por radio una semana más tarde. Y cuando Perón la premió por su gesto con la Medalla de la Lealtad Peronista, Eva ya estaba enferma, la Plaza de Mayo estuvo colmada y se habló entonces, de nuevo, de un millón de personas.
Ni siquiera las honras fúnebres a Eva Perón, que murió el 26 de julio de 1952, alcanzaron las cifras propuestas por el dolido gobierno del general: las fotos del desfile de la cureña hacia el congreso muestran una multitud compacta pero grandes claros en la zona cercana al Palacio Legislativo. La gigantesca Marcha de Antorchas que la honró a un año de su muerte fue multitudinaria aunque no se dieron cifras oficiales de asistentes.
La dictadura militar de “La Libertadora”, el jaqueado gobierno de Arturo Frondizi entre 1958 y 1962, el peronismo proscripto, los enfrentamientos entre facciones de las Fuerzas Armadas y la crisis económica no dieron demasiado motivo para grandes manifestaciones populares, ni aun las que, como la del Frigorífico Lisandro de la Torre, en Mataderos, que por su masividad y por la intensidad de la protesta conmovió a la sociedad de aquel 1959.
En 1973, con la recuperación democrática y el retorno del peronismo al poder, la Plaza de Mayo, que es el escenario per se de las fiestas y reclamos populares, volvió a colmarse de gente. Fue el 25 de mayo de 1973, con la asunción de Héctor J. Cámpora. Por entonces éramos ya más de 23.400.000 habitantes. Y aquel soleado día de otoño, La Plaza y el tramo que unía a la Rosada con el Congreso estuvo colmado de gente. Se arriesgó entonces que podría haber habido un millón y medio de manifestantes, con lo que se amplió de golpe la capacidad de la zona, que también ofrecía claros sobre las veredas de la Avenida de Mayo, bordeada por tropas que participarían de un desfile que nunca se hizo.
Los dos millones de personas, y hasta los tres millones, se pusieron sobre la mesa el 20 de junio de 1973, día del retorno definitivo de Perón a la Argentina. En ese caso, el escenario fue la Avenida Ricchieri, la misma que hoy desbordó el fervor por la Selección de Messi. El escenario del reencuentro de Perón con sus seguidores se instaló en el Puente 12. Las cifras oficiales hablaron luego, aún hoy, de entre dos y tres millones de personas; muchas habían llegado del interior en trenes fletados especialmente, y del resto se encargó el rumoroso conurbano y gran parte de la Capital Federal. Todo terminó en tragedia, conocida como “La Masacre de Ezeiza”, a raíz del enfrentamiento entre facciones del peronismo. Las cifras oficiales hablan de trece muertos y trescientos sesenta y cinco heridos. Las extraoficiales aumentaron los muertos y heridos. Por el contrario, la cifra de dos y tres millones de manifestantes dada por los organizadores del acto, fue reducida por la oposición al peronismo. En 1970, el censo diría que vivíamos en el país 23.364.431 argentinos.
En el silencio brutal que impuso la última dictadura, sólo los festejos del Mundial 78, que Argentina ganó el 25 de junio a Holanda, en una final dramática, merecieron una gran manifestación ruidosa en la Plaza de la República. Pero no mucho más. El DT del seleccionado campeón, César Luis Menotti, pudo cumplir su promesa de dar la vuelta alrededor del Obelisco sin mayores inconvenientes.
Ni la recuperación de Malvinas el 2 de abril de 1982, ni la visita del Papa Juan Pablo II en junio de ese año, previa a la caída de Puerto Argentino, despertaron un furor masivo. La Plaza de Mayo también se colmó los días del triunfalismo del dictador Leopoldo Galtieri y volvió a colmarse el 14 de junio, cuando una multitud furiosa atacó la Casa de Gobierno tras la derrota militar en las Islas. No hubo cifras oficiales ni cuando el entusiasmo de la recuperación ni cuando la ira por el desastre militar.
Los actos de campaña de Raúl Alfonsín y de Ítalo Luder, los candidatos de la UCR y el PJ en las elecciones que devolverían la democracia a la Argentina, el 30 de octubre de 1983, fueron masivos. En ellos sí se volvió a hablar de un millón de personas, por cierto que a ojímetro. Los escenarios eran imponentes. El palco se alzaba dando la espalda al Obelisco, en la Avenida 9 de Julio y el recodo de la Plaza de la República. Miraba al Sur, hacia Constitución. Y la larga fila de radicales y peronistas que inundó la Avenida y sus fronteras, Cerrito y Carlos Pellegrini, llevó a pensar que, ahora sí, se había superado el millón de manifestantes. No éramos muchos más que en los años 70. El censo de 1980 había dicho que éramos 27.449.480 habitantes.
Fue el fútbol, otra vez, el que abrió las puertas del fervor popular: el Mundial de México, con Diego Maradona, su mano de Dios y un partido final, también dramático frente a Alemania, el que lanzó la gente a las calles. Los campeones fueron a la Plaza de Mayo y a la Casa de Gobierno. Fueron recibidos por el presidente Alfonsín y salieron al balcón que Perón había hecho suyo en 1945 con la Copa en la mano y sin que el Presidente, con sabia prudencia, se uniera al festejo. Cálculo oficial: cien mil personas.
La muerte de los ex presidentes Raúl Alfonsín en marzo de 2009 y la de Néstor Kirchner en octubre de 2010, dieron lugar a velatorios dolidos y masivos, tumultuosos en el caso de Kirchner velado en la Casa de Gobierno, aunque sin cifras exactas de dolientes que les rindieron su homenaje.
La última manifestación masiva, también de dolor, llegó con la inesperada muerte de Diego Maradona, en 2020. Perdida la brújula del sentid común, las autoridades decidieron velarlo en la Casa de Gobierno y todo terminó en un escándalo de conventillo, en un mal reality show y en un intento de copamiento, acaso exitoso, de la sede del Gobierno por parte de hinchas anhelantes o furiosos. ¿Cuánta gente pasó por el velorio de Maradona?
Aunque parezca incierto, todavía la pícara frase de Perón de los años 70, con la que cimentaba su propia leyenda, resuena en los oídos fáciles y adaptables de gobernantes, funcionarios y fanáticos: “Uh… Allí debe haber habido como un millón de personas…”
La selección triunfante en Qatar, el aura de Lionel Messi, el estoicismo con el que ganaron la Copa y hasta esa tontería que reza que si somos argentinos tenemos que sufrir, desataron un vendaval popular jamás visto en la historia del país.
Hay que ponerle números.
Historia ya tiene: por primera vez, en vez de que los hinchas, fanáticos y simpatizantes vieran a sus ídolos, fueron los ídolos quienes vieron a los hinchas desde la seguridad de un helicóptero.