... y el caso testigo que muestra la intervención de varios capos
Los envíos se realizan en avioneta y se arrojan a campos en bultos
El tráfico de cocaína en la Argentina es un proceso complejo en el que intervienen varios actores, con roles definidos en cada una de sus fases que implica el uso de transporte, tecnología y armamento. Los eslabones de las organizaciones, en ocasiones, se mezclan, colaboran y negocian para lograr que los cargamentos lleguen al destino deseado en algún punto de Europa, donde los envíos se “coronan” en euros.
El negocio comienza en laboratorios ocultos en los montes de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, que pueden llegar a fabricar 110 kilos por día, indicaron fuentes de Gendarmería a Infobae.
Esos campamentos, que cuentan con hasta tres anillos de seguridad y son custodiados por hombres armados, emplean a unas 15 personas que se distribuyen tareas en varios ambientes. Cuentan con energía eléctrica básica por generador.
Una avioneta narco en vuelo captada por fuerzas federales de seguridad
Los narcos no montan grandes laboratorios en esta zona de Bolivia. Prefieren que sean pequeños para no ser descubiertos y poder desmantelarlos con rapidez y trasladarlos a otro sitio tras dos meses de producción, detallaron investigadores.
Para llegar a esas precarias fábricas, los traficantes toman todos los recaudos para no ser descubiertos: sus trabajadores esperan en algún hotel de la ciudad boliviana para luego ser recogidos en un vehículo, en el que les tapan la cabeza para evitar que conozcan el camino. “Jamás saben dónde fueron ni dónde están”, revela una fuente clave en este tipo de tramas.
En los laboratorios se marcan los panes con diversos sellos, señales identificatorias. Por ejemplo, la silueta de un delfín, vinculado históricamente al salteño Reynaldo Castedo, alias “Delfín”, uno de los mayores traficantes del país, condenado a 16 años de cárcel. También se encuentra la “W”, ligada a Wilson Maldonado Balderrama, un magnate boliviano capturado por Interpol en 2021. Sin embargo, en el caso de Castedo, la Justicia argentina jamás pudo vincularlo a un laboratorio boliviano. Otras siluetas en la droga son más misteriosas, como la de un caballo, traficada por la mafia italiana y de máxima pureza, que fue hallada en la Villa 1-11-14 en 2016.
Recién elaborada, la cocaína tiene un precio de 2000 dólares el kilo, un valor que mantuvo en la última década. Luego, ese precio aumenta con los costos que supone un pase de manos y un transporte. En el límite entre Salta y Bolivia, adquiere un valor de 2800 dólares. “Puesta” (vía área o terrestre) en la provincia del norte argentino, pega el primer salto: pasa a valer entre 3800 y 4000 dólares. Si la droga tiene como origen Perú, se suman unos 300 dólares extra. Al llegar a España, oculta en containers de mercadería en buques de carga, o transportada en veleros, puede valer 30 mil euros, otro valor histórico que se mantiene en el tiempo.
En varios casos, principalmente en envíos de gran porte para tráfico internacional, se emplean avionetas pueden cargar entre 150 y 400 kilos. Para descargar la droga, eligen campos alejados y de difícil acceso. Las personas que reciben las cargas en el mote reciben unos 300 mil pesos, son el eslabón que menos ganan. En cambio, los organizadores del transporte se quedan entre 15 y 20 por ciento del cargamento.
Los pilotos, en tanto, gestionan el valor de su servicio con los transportistas. En el caso de las imágenes que ilustra esta nota, los 400 kilos de la entrega, arrojados en una línea de 6 kilómetros, fueron interceptados por detectives de Gendarmería, que escucharon las conversaciones de los miembros de la banda, en el límite de Anta (Santiago del Estero) y Orán (Salta). La mecánica se repite en la historia reciente. Este caso ocurrió en 2014. Un caso más reciente ocurrió en enero de 2022, cuando una avioneta arrojó en paracaídas 130 kilos de cocaína a un campo de Pergamino. Hubo cuatro detenidos por este hecho.
El caso de 2014 fue detectado gracias a diversas intervenciones. Los traficantes hablaban por teléfonos satelitales y por radio con potencia, en quechua y guaraní, hasta intentaban cambiar la voz para no ser reconocidos. Sin embargo, los gendarmes lograron interceptar una charla.
“De las escuchas se infería que la entrega sería por aire porque decía que iba a llover. En esta causa hablaban en código: decían “vayan a esperar el tractor”. El “tractor” era el avión. A la droga en el monte le decían “cosecha de sandía o reunir las vacas. Lo que hicimos fue seguir a los que “cosechaban la sandia”. Nos llevaron a la finca abierta en dónde tiraron los bolsones con los paquetes de cocaína”, precisó uno de los uniformados que participó de la investigación.
El aviador logró escapar debido a que el avión nunca tocó el suelo, señalaron. A ese modus operandi se lo conoce como “lluvia de cocaína”. Diversos campos de Santa Fe y Monte Maíz son otros puntos utilizados por los narcos.
El sello del delfín, un misterio narco recurrente
La droga encontrada en esa ocasión tenía el logo del delfín, pero el dueño de esos kilos no era Castedo. Los investigadores lograron determinar que se trataba de un envío de Balderrama con destino a España. El intermediario, en este hecho, fue identificado como Miguel “Martillo” Farfán, condenado a 15 años de prisión, en 2021.
Su hermano, Laureano “Copete” Farfán, y Genaro Atilio Ortiz (con clan propio y condenado a 15 años de cárcel en marzo de 2023) tenían la misión de hacer llegar la droga a Rosario, donde saldría en contenedores, de acuerdo a las actuaciones. Otro puerto utilizado por las grandes organizaciones es el de La Plata.
En Rosario, la escena se divide entre las bandas del narcomenudeo que desatan una sangrienta guerra por el territorio y los jefes a cargo de grandes envíos internacionales. Los 400 kilos iban a ser recibidos por Antonio “Toño” Castillo, un ciudadano boliviano que estuvo prófugo tres años y que fue capturado y condenado a 10 años de prisión en 2021.
El negocio, por otra parte, no se trata solo de grandes envíos, sino también de pequeñas cantidades con márgenes de ganancia mucho mayores, principalmente a Australia, donde un kilo puede valer 270 mil dólares, el kilo más caro del mundo. En todo 2022, según números oficiales, la Aduana argentina incautó otros 15 envíos, al menos 22,4 kilos, disimulados en envíos tipo courier o postales en formas muy creativas: tapas y contratapas de libros, en mangos plásticos de utensilios y doble fondos de marcos de cuadros, impregnada en ropa o hasta dentro de un calefón.
infobae.com