...la estrategia que seguirá ante el Gobierno. Los pilares de la reforma laboral quedaron intactos hasta ahora. La amenaza de Pablo Moyano, eje de sospechas
Pablo Moyano dio la nota en la movilización de la CGT con su amenaza contra el ministro Luis Caputo (Foto Télam)
Fue el paro general de la CGT más rápido desde el regreso de la democracia, en 1983. ¿Fue también el que diluyó más rápidamente el eventual rédito político para sus promotores? La máxima dirigencia cegetista siente que dio una fuerte señal de advertencia a Javier Milei con la masiva movilización del miércoles pasado ante el Congreso, aunque esa protesta, pese a la contundencia que mostró en la calle, no provocó cambio alguno en la relación (o no relación) del Gobierno con el sindicalismo.
Sin embargo, entre los sindicalistas hay un contenido clima de euforia. Creen que el ambiente político adverso al oficialismo que lograron con su concentración callejera fue determinante para que la Casa Rosada decidiera dar marcha atrás con el paquete fiscal con el fin de aprobar la ley ómnibus en el Congreso. Es más: en el grupo de WhatsApp de la cúpula de la CGT hay quienes se jactan de haberlo echado a Guillermo Ferraro del Ministerio de Infraestructura por el éxito de la medida de fuerza.
Ese aire triunfalista tiene componentes erróneos. El acierto o no de un paro general hay que medirlo en función de lo que se consigue a partir de esa acción, que siempre es el último recurso cuando se agotó la negociación. El despido de Ferraro y el retroceso de Milei para facilitar la sanción de la ley ómnibus responden a otros motivos. En todo caso, el telón de fondo que los emparenta con el paro de la CGT es la dificultad del Presidente para aceptar el diálogo con otros sectores y buscar consensos, pero el sindicalismo se equivoca si cree que Milei cedió debido a la protesta del miércoles.
El paro de la CGT tuvo menos acatamiento que la movilización ante el Congreso
Como quedó en evidencia, la Casa Rosada flexibilizó su postura para que se pueda aprobar la ley ómnibus y no hay indicios hasta ahora de que cambie la reforma laboral contenida en el DNU 70, que quedó frenada por la Justicia. Sin embargo, Marcelo Aquino, abogado laboralista que asesora a empresas, precisó qué artículos quedaron vigentes o no a partir del laberinto jurídico en el que quedó el DNU y dio una clave sobre por qué a Milei no le interesa hoy buscar una tregua con la CGT: las medidas que más le interesaban de la reforma laboral quedaron a salvo de la impugnación judicial.
“La Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo había dictado una medida de no innovar respecto a la aplicación de todas las disposiciones del Título IV (reforma laboral) hasta tanto se dicte sentencia -dijo Aquino-. Pero la Justicia en primera instancia dictó sentencia la semana pasada rechazando en su mayoría la pretensión de la CGT, por lo que sólo fueron declarados inválidos (hasta tanto el Congreso expresamente los valide) los artículos que afectan de modo directo los intereses de los sindicatos:
Por aumento de la demanda en comedores, la provincia de Buenos Aires reforzó las entregas de comida
El artículo 73, que exige la conformidad expresa de cada trabajador para que se le retenga la cuota solidaria establecida por el convenio colectivo de trabajo;
El artículo 79, que permite negociar colectivamente regímenes de jornadas de trabajo compensando horas, etc.;
El artículo 86, que pretende hacer caer la vigencia de las cláusulas
obligacionales en los convenios colectivos (no tienen ultraactividad),
Los artículos 87 y 88, que reglamentan la forma de hacer asambleas por parte de los sindicatos y califica de abuso de derecho aquellas acciones contrarias al debido ejercicio de la huelga;
El artículo 97, que regula los servicios esenciales.
“Vamos a seguir la lucha hasta que tengamos el éxito y que esto caiga”, dijo Héctor Daer en el acto de la CGT (Foto Adrián Escandar)
Por el contrario, según interpretó el abogado a partir del fallo, los restantes artículos de la reforma laboral son válidos mientras el Congreso no rechace el DNU, es decir, se encuentran vigentes:
Derogación de multas por registro irregular (Ley Nacional de Empleo 25.323);
Eliminación de multas por falta de entrega de los certificados de trabajo;
Período de prueba de 8 meses;
Indemnización por antigüedad tomando en cuenta para remuneraciones variables el promedio y no computando el Sueldo Anual Complementario como base, como tampoco premios otorgados semestral o anualmente;
Indemnización especial por despido discriminatorio;
Actualización de créditos laborales: IPC y 3% de interés anual;
Reversibilidad para cada una de las partes en el Régimen de Teletrabajo.
Es decir, por ahora quedaron en pie las dos propuestas que el Presidente consideraba los pilares de la reforma laboral: la derogación de las multas por registro irregular y los cambios en las indemnizaciones (como la habilitación de un sistema como el Fondo de Cese Laboral de la UOCRA).
También es cierto que la CGT se anota como un triunfo los cambios en la ley ómnibus porque implican la eliminación del Impuesto a las Ganancias, uno de sus clásicos reclamos que llevó adelante Sergio Massa y que, si se aprobaba, hubiera implicado que 800 mil trabajadores volvieran a pagarlo.
Al decidir un paro de medio día con movilización, la CGT priorizó lograr una postal callejera multitudinaria antes que una paralización total de actividades. En ese sentido, cumplió su objetivo, aunque quedó envuelta en un océano de interrogantes para lo que viene. Como central obrera, podría haber concentrado su rechazo en la reforma laboral y en algunos capítulos de la ley ómnibus que afectan a los trabajadores, pero en el acto ante el Congreso eligió el camino de la oposición total a Milei, en una decisión extrema que la dejará atada a la estrategia de los sectores más duros del PJ, como el kirchnerismo; la izquierda y los movimientos piqueteros intransigentes. ¿Cómo aceptará ahora una eventual negociación con el Presidente sin sentirse presionada por los sectores radicalizados?
Los discursos de los cotitulares de la CGT ante el Congreso, en ese sentido, fueron reveladores. Héctor Daer (Sanidad) mezcló la defensa de los derechos de los trabajadores con una insólita crítica al proyecto oficial para transformar los clubes del fútbol en sociedades anónimas. Y exigió “equilibrio para poder gobernar” al Presidente cuando su colega Pablo Moyano (Camioneros), que habló antes que él, perdió todo equilibrio al amenazar con tirar al Riachuelo al ministro Luis Caputo.
El acto de la CGT, desde el reflejo en los anteojos de Hugo Moyano
(Foto Adrián Escandar)
El hijo mayor de Hugo Moyano ya fue bautizado por algunos pares maliciosos como “El metabólico” por su furcio: explicó que su amenaza a Caputo fue “una frase metabólica” (por metafórica). Y en el sector dialoguista de la CGT hubo muchas quejas ante su inquietante bravuconada: creen que fue una provocación innecesaria que puede romper los puentes del posible diálogo con el Gobierno y que dejó al sindicalismo, de mala imagen en la sociedad, nuevamente asociado con la intolerancia.
¿El dirigente camionero amenazó a Caputo de manera espontánea o con el objetivo de dinamitar cualquier posible negociación de la CGT con Milei? Es la duda que tienen algunos sindicalistas. Después de todo, el dirigente camionero estaba alineado hasta hace poco con Máximo Kirchner.
Tras el paro con movilización, la cúpula cegetista deberá definir la estrategia que desplegará ante el Gobierno, pero está condicionada por una fuerte división interna. Los dialoguistas quieren dar señales de abrir una instancia de diálogo, aprovechando que Milei ya dio marcha atrás con la ley ómnibus, pero los duros, aliados al kirchnerismo, a las dos CTA y a los piqueteros combativos, prefieren profundizar el plan de lucha: ya se habla de un paro general de 24 horas para marzo.
El Gobierno, por ahora, juega a explotar el desprestigio del sindicalismo en la mayor parte de la sociedad, mientras minimiza la protesta de la CGT y da pistas de represalias en un área sensible para los gremios como las obras sociales: por eso fuentes oficiales vincularon el despido del titular de la Superintendencia de Servicios de Salud, Enrique Rodríguez Chiantore, con el paro general.
En realidad, Rodríguez Chiantore es un experto en temas de salud con más de 30 años de experiencia que responde políticamente a Patricia Bullrich, por lo que su caída no perjudica a la CGT. Sí, en cambio, parece tener el sentido de advertencia su reemplazo por Gabriel Oriolo, ex directivo de OSDE: los gremialistas temen que haya un avance de las prepagas en el organismo que administra los fondos de las obras sociales y que, además, tendrá un papel clave en la desregulación y la incorporación de la medicina prepaga al sistema sindical de salud que fija el DNU 70.
Una señal similar había dado el Gobierno en el manejo de las relaciones laborales: designó a Omar Yasín como secretario de Trabajo, pero le prohibió seguir los contactos iniciados con los gremialistas cuando la CGT declaró el paro y le quitó margen de acción en forma proporcional a la influencia en el área de Federico Sturzenegger, un influyente ministro sin cartera que endureció la reforma laboral y a quien le atribuyen ser el ideólogo de la postura irreductible de Milei ante el poder sindical.
Curiosamente, lo único que por el momento quedó exceptuado de la dureza ante el sindicalismo es la actitud oficial en las paritarias: cada gremio está negociando con los empresarios sus aumentos hasta en forma mensual y sin topes para tratar de compensar los ingresos ante la inflación, algo inédito porque hasta Cristina Kirchner ponía un techo a las tratativas salariales. Imposible que la CGT lo reconozca, sobre todo desde que se metió en esa espiral de enfrentamiento que, a diferencia de Milei, no muestra indicios de marcha atrás. Por algo Daer también hizo su propia amenaza el miércoles pasado ante el Congreso: “Vamos a seguir la lucha hasta que tengamos el éxito y que esto caiga”.
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