17 FEB | 09:36

“Soy una puta que elige este trabajo todos los días"

"Ni loca me encerraría en una oficina por la misma plata”. En el Día de la Trabajadora Sexual, Loly Gils habla desde su experiencia: la de una mujer que había sufrido todo tipo de violencias y ...Por Mercedes Funes
...comenzó a ofrecer este servicio por necesidad. Hoy dice amar su oficio y que, si su hija adolescente quisiera, le enseñaría a hacerlo
 
 
"Me visto normal, no soy una mina que me vayan a ver burda. Nunca me gustó entrar a un lugar y que digan 'esta es puta'. Soy una señora puta, totalmente orgullosa de lo que hago", contó (Fotos: Nicolás Stulberg)
 
 
El número es desconocido, y el emisario ni siquiera se presenta. “Qué ganas de cogerte”, dice el mensaje. Loly Gils no necesita pensar la respuesta: “Qué ganas de bloquearte”, escribe. El potencial cliente responde: “¿Pero qué te pasa? No te vas a enojar por esto, si vos trabajás para calentar”. Entonces la morocha de 43 años baja la música y devuelve un audio claro y contundente: “Vos estás muy confundido. Yo no trabajo para calentarte. Yo trabajo para vender un servicio, que vos no estás respetando. Si vos querés cogerme, te paso la lista de precios con gusto”. No hace falta ser muy sagaz para adivinar que se impusieron las ganas de Loly, y el desconocido fue bloqueado.
 
 
En la foto de su Whatsapp de trabajo a Loly Gils -como prefiere identificarse para esta entrevista con Infobae- no se le ve la cara: está de espaldas, usa lencería sado, tiene puestas unas esposas de cuero con cadenas y el cuerpo arqueado para que las manos agarren los tacos altísimos. Detrás de esa imagen, se siente una mujer mucho más libre que hace ocho años, cuando apenas podía pagar las cuentas y mantener a sus hijos con su trabajo de moza en un bar de Pilar.
 
 
“Soy una puta que no se siente estigmatizada”, asegura. Y cuenta que primero arrancó haciendo webcam por consejo de una amiga: “Cuando empecé a hacer esto era una mamá que tuvo que salir a laburar, a hacer algo porque no tenía otra cosa, y encontró una amiga que le dijo ‘pongámonos delante de la cámara a mostrar el culo que vamos a sacar tanto por mes’”. De ahí hasta el primer encuentro sexual a cambio de dinero pasaron dos años. “Yo todavía era camarera y me dijeron que había unos clientes del bar a los que yo les encantaba y que querían estar conmigo. Yo no tenía un mango, porque no nací en Palermo, eh. Yo nací en Lanús Oeste y en ese momento vivía en Tortuguitas en una casa, sola con mis dos hijos, que son de diferentes papás -recuerda-. Y fui a ver a esta pareja y fue re linda. Y cuando llegué a mi casa con toda la plata que tenía en las manos dije: ‘¿Qué estoy haciendo? ¿Qué estuve haciendo todo este tiempo?’. Tenía 35 años y era una laburadora, con la diferencia de que estaba buenísima y que todos mis jefes se querían acostar conmigo. Y dije: ‘Pará: soy una boluda, yo estoy perdiendo plata, me gusta el sexo, me gusta seducir, vivo caliente, ¡ya está!, ¡esto es lo mío!”´.
 
 
 
Cada 2 de junio se conmemora el Día Internacional de la Trabajadora Sexual para recordar la discriminación de las prostitutas y sus condiciones de trabajo. La fecha es en memoria del 2 de junio de 1975, cuando cerca de 150 prostitutas ocuparon la Iglesia de Saint-Nizier de Lyon, Francia, para hacer visibles los abusos y la violencia institucional
 
—Bueno, pero ese primer paso fue por necesidad. Tal vez no lo hubieras dado en otras condiciones.
 
 
—Está bien, sí, la realidad es que al principio lo hice por necesidad. Pero antes de eso yo me sentía tan sola en la vida que salía con cualquier chongo pelotudo para coger y para no sentirme sola. Ponía mi cuerpo, ponía mi mente, ponía todo, y no sacaba nada... ¡y me moría de hambre! Tenía una casa que era una vergüenza, no me alcanzaba para mantener a mis hijos. Y de pronto encontré algo que era para mí. De casualidad tuve que ir a un evento por el Día del Amigo al programa que hacían Coppola, Veira, Basile y todo ese grupo en C5N y, aunque nunca estuve con ninguno, quedé en contacto y empecé a ir a bailar con ellos. Entonces con otra chica empezamos a organizar despedidas de solteros para jugadores de fútbol. Creamos un grupo que se llamaba “Artesanas del amor”.
 
 
—¿Y convocaron a otras chicas?
 
—Sí, no era fácil al principio. Yo no conocía a nadie para decirle. Me crié en un barrio, mis amigas de toda la vida eran todas virgas, destinadas a ser “Susanitas”, y yo también soy medio Susanita todavía. Fue todo muy rápido. Íbamos uniformadas. Acordamos desde el primer momento cómo iba a ser. Nunca nos quedamos con una comisión de las demás. Viajábamos por todos lados, producíamos todo. Y ahí sí empecé a tener sexo yo también.
 
 
—¿Cuántos años tienen tus hijos ahora? ¿Les contaste desde el primer momento lo que estabas haciendo?
 
—Tengo un varón y una nena, que ahora tienen 25 y 17 años, y en ese momento tenían 16 y 8. Para mí fue muy importante manejarlo con naturalidad desde el principio. Desde que empecé a trabajar en esto lo hablé con ellos, con mis padres, con mis hermanos. Cada una de las personas que me conocen sabe cuál es el trabajo que hago. Siento que es importante que se vea la otra cara. Que muchas de nosotras elegimos hacer esto, que muchas amamos hacer esto. Yo aprendí a entender a los seres humanos con los que trabajo. A ver que hay otro tipo de hombres: mirá que yo vengo de haber sido violada por mi tío a los 16 años, de ser una mujer golpeada en mi casa, y por mi primer novio que era un adicto, pero me escribía cartitas de amor y entonces yo estaba enamorada. Y me quise ir de mi casa para salir de la violencia y tuve un hijo a los 18 por no cuidarme, y me fui a vivir con un chabón que también era violento porque estaba enfermo. Yo tuve experiencias fuertes con los hombres como para decir ‘no, los machos son todos una mierda’. Pero aprendí a perdonar y a no generalizar: no te chocás todos los días con la misma piedra.
 
 
Loly vive con sus dos hijos de dos padres distintos, que ahora tienen 25 y 17 años. Les contó con naturalidad cuál es su trabajo
 
—En todo caso, trabajar no te debe haber parecido más peligroso que lo que habías vivido gratis en tu propia casa, en los lugares que tenían que ser seguros.
 
—Claro, yo ya había corrido ese riesgo en mi casa. Y hace ocho años que hago esto de manera presencial y nunca jamás tuve una mala experiencia. Me han mandado una foto desubicada y no sabés las contestaciones que les doy. Nunca me encontré con un tipo agresivo o falopero, no me pasó porque tengo una forma muy particular de ejercer mi trabajo. Me conocen como “la artesana del amor: arte-sana-amor”, o “la puta ama”, los dos extremos (se ríe). Los últimos cuatro años me dediqué a parejas: no a tríos de curiosos que quieren ver qué pasa en esa situación, sino a parejas de hombre y mujer, donde hay amor y que al otro día se tienen que levantar y mirarse y quieren que sea lo mejor que les pasó. Me contacta el hombre o me contacta la mujer, y si me contacta el hombre, antes de tener un encuentro le pido hablar también con la mujer, y le hago un cuestionario: “¿Lo hacés por él? ¿Lo hacés por vos? ¿Hay besos? ¿No hay besos? ¿Querés que lo toque? ¿Va a haber penetración?”. Y, típico, me dicen: “¡Ay! No sé si la penetración…”. Y yo: “Bueno, pensalo, porque es la imagen que te va a quedar”. Y entonces, después, la mina que viene acá es mi mejor amiga. Y me visto normal, no soy una mina que me vayan a ver burda. Nunca me gustó entrar a un lugar y que digan “esta es puta”. Soy una señora puta, totalmente orgullosa de lo que hago. Y como me presento, como una señora puta, es el respeto que el cliente tiene conmigo. Si yo dijera barbaridades, recibiría eso. Si dudara, se aprovecharían. Pero si te plantás, no pasa. Que Dios me perdone, pero si vos me mandás un mensaje con faltas de ortografía, yo no te voy a contestar. Si en la foto de perfil veo que sos una persona que no puede pagar los $11.000 que cobro por la hora en mi casa, no me interesa hablar con vos. Porque sos el que después me escribe “qué buenas tetas”, “si te agarro en cuatro te parto”, y no me interesa ni necesito hacer número con eso. Prefiero tener menos clientes, pero buenos.
 
—Uno a veces desde afuera imagina que los clientes son siempre viejos desagradables o bien Richard Gere, esto de pasar de la victimización a la romantización del trabajo.
 
—Yo aprendí a querer y valorar mucho a los hombres. Trabajo con disfunciones sexuales. Escucho historias de hombres que han sufrido mucho, que han sido maltratados y dañados. Al tipo no se le para más y es descartado, cuando no puede satisfacer a una mujer se siente totalmente inútil, porque pierde todo su poder fálico. El machismo también es eso y ellos lo sufren. Y yo laburo mucho ese tema. He tenido clientes que han tenido erecciones después de tres años y han llorado conmigo. Yo digo que soy la pachamama de los pitos muertos (se ríe). ¡Te juro! No me preguntes qué hago, se ve que los levanto con cariño y con miradas. No soy ordinaria, soy de los sentidos, necesito tocar, sentir, conectarme desde otro lado con la persona. Han venido tipos que querían hacer las cosas así rapidito y les he dicho: ‘Si lo hacemos a tu manera, en 15 minutos nos vamos a estar fumando un pucho en el sillón. Si lo hacemos a la mía, te puedo asegurar que la vas a pasar realmente bien’. Yo necesito fidelizar clientes. Y este es un trabajo en el que se les puede hacer mucho bien a otros sea lo que sea que necesiten: un abrazo y un beso, que le pares el pito o que le pises los huevos con el taco. Porque también existen los fetiches y vos no podés juzgar a nadie por lo que le gusta. Que elijas hacerlo está en vos, hay muchas cosas que yo ni me imagino haciendo, pero siempre vas conociendo compañeras que hacen distintas cosas y les vas pasando el laburo.
 
 
A sus compañeras les recomienda que no cuenten billetes, que cuenten polvos: "¿Cuántos polvos te sale el alquiler? ¿Cuatro polvos? ¿La luz? Bueno, sabés qué, tenés que destinar quince polvos al mes a pagar las cuentas, y todo lo que te sobre es para vos"
 
—¿Cómo es eso de fidelizar? ¿Tenés clientes hace mucho tiempo?
 
—Sí, algunos desde hace años. Tengo un cliente que vive en Canadá que me manda postales, ¡tengo una pila así! (la muestra), viajo con él. Lo conozco hace tres años. Con otro cliente viajé a Brasil. En 2015 viajé a la India, a Dubai, a Nepal, a las Islas Maldivas, tuve un cliente presencial que nos pagó el viaje a mí y a otra chica. Lo más gracioso con ese cliente fue que salimos dos años y cogimos tres veces: él dormía en otra habitación con un pibito... ¡Después nos dimos cuenta de que nos había llevado de pantalla! Hay clientes de hace mucho a los que les tengo cariño, porque les prestás la atención que te dan. A veces son solos y para ellos soy como su mujer. Y no soy una mina que me aproveche, porque si no, ¿sabés dónde estaría? Pero no me gusta aprovecharme de ese cariño ingenuo, porque me doy cuenta de que realmente lo necesitan. Sacarles la guita, no, yo cobro por mi trabajo: es esto, esto y esto. ¿Lo podés pagar? Ok, y si no, lo siento. Porque su problema no es mío, yo no me vinculo con los clientes desde ese lugar. No soy amante de nadie. No me cabe ser amante. Ya lo fui y no me gustó, yo estoy para ser protagonista.
 
—¿Por un viaje cuánto te pagan?
 
—Por el aislamiento no estoy viajando, pero este trabajo me llevó por todo el mundo. Y si te vas una semana con un tipo, no podés cobrar menos de 500.000 o 300.000 pesos. Si la hora sale $11.000, no podés poner un número más bajo para la semana. Después arreglás según el cliente, el lugar, pero a veces te dicen ‘dale, vení, vamos, te pago el pasaje y todo’. ¡De ninguna manera! ¿Cuando vuelvo qué hago? Para mí, estos últimos meses fueron muy difíciles porque tuve dos operaciones seguidas en el útero, que me dieron mucho dolor, y me terminaron haciendo pelear un poco con el laburo, a mí que estoy todo el día montada –no solo para presencial sino virtual y en las redes–, y con dolor no te dan ni ganas. Pero bueno, también me hizo dar cuenta de que es algo que elijo, que no cambiaría. Hay un mundo que es real y mucho menos sórdido del que se muestra a veces. Yo tuve una perseverancia en esto que llevó a que me respetaran. Hay gente que tiene encuentros pagos desde hace meses que todavía no concretó: tengo un sumiso financiero al que solamente le gusta que le mande links y le diga cuánta plata le voy a sacar. El otro día me dijo: “Sobrepasamos los cien mil pesos en el año”. Me pareció lo más calentón que vi en la vida.
 
—¿Estás en pareja? ¿Tuviste alguna pareja estable desde que empezaste a trabajar?
 
—Volver a estar en pareja, no. Sí tuve novio. Yo empecé con esto cuando me separé del papá de mi hija. Y cuando tuve un novio muy serio dejé de trabajar. Después tuve una relación muy importante con una persona que conocí trabajando, que fue hermosa, estuvimos un año y pasamos mucho tiempo de cuarentena juntos, acompañándonos. Y ahora estoy con alguien pero es más un compañero de vida.
 
—¿Y dejaste de trabajar cuando estuviste con esa persona que conociste trabajando?
 
—Dejé de trabajar porque aparte llegó la pandemia y me puse muy selectiva. Me organicé para tener solo dos encuentros semanales, con reserva, con barbijo. Si querés que te bese, te beso, me encanta besar, pero traeme los papeles donde dice que sos negativo.
 
Tiene un cliente que vive en Canadá con el que antes viajaba. Con otro cliente viajó a Brasil. En 2015 recorrió la India, Dubai, Nepal, las Islas Maldivas, con un cliente presencial que le pagó la travesía a ella y a otra amiga.
 
 
Tiene un cliente que vive en Canadá con el que antes viajaba. Con otro cliente viajó a Brasil. En 2015 recorrió la India, Dubai, Nepal, las Islas Maldivas, con un cliente presencial que le pagó la travesía a ella y a otra amiga
—¡O sea que existe lo del sexo con barbijo!
 
—¿Viste? Cuando se levantó la cuarentena y empecé a hacer otra vez presencial, llamé a un cliente de años y le dije ‘vamos a ver qué sale, vamos a ver si se puede coger con barbijo y sin besos, porque yo necesito empezar a trabajar’. Y sale bastante bien: sale tocarse de otra manera, sentirse de otra manera, rozarse más y descubrir otras cosas que uno a veces está tan compenetrado en el beso o en el sexo en sí, que se olvida de un montón de cosas en la cama.
 
—Me quedé pensando en lo de la pareja. ¿Es difícil encontrar a alguien que entienda lo de “con vos es por amor y con el resto es por plata”, y sostener eso, o es algo que vos tampoco querés hacer cuando te pasa?
 
—Ese es el tema. Te dije: yo soy bastante Susanita. Y, si me enamoro, se me hace muy difícil. A la otra persona, en general, al principio no. Pero, lamentablemente, después sí. ¿Y sabés qué? Es lo que quizá yo espero, porque es cuando vos me estás amando, cuando querés que sea tuya y que ya sí te importa que esté en la cama con otro. Yo quiero un hombre que me diga: “Loca, vamos a ponernos una verdulería, pero sos mi mujer”. Y yo dejo todo. Yo te juro que voy a dejar el trabajo cuando encuentre un tipo que se merezca una mina como yo. No me voy a quedar con ningún gil, ya me comí a todos los giles que encontré. Si algo sé de la vida es lo que no quiero; para dónde carajo voy no tengo idea.
 
 
—Me contaste que hacés reiki, ¿cómo manejás la energía de los clientes?
 
 
—Me dicen: “Tu trabajo te chupa la energía, te cargás de la energía de los clientes”. Sí, y ellos de la mía, y yo me fortalezco de mis clientes. Este trabajo le ha dado mucho sentido a mi vida. Si a mí hoy me decís: “Te doy la misma plata que ganás y andá a encerrarte en una oficina”, te digo “¡Ni loca!”. Yo esto no lo voy a dejar hasta que no tenga un compañero de vida con el que esté segura de que no voy a pasar necesidades. Yo hoy puedo pagar mis cosas sin abrir las facturas: ya me pasó que no pude pagar, ya me pasó que no tuve para darles de comer a mis hijos; ya amé, ya me amaron, y no me voy a volver a cagar de hambre. Va a tener que tener mucha más plata que yo y antes de casarme mostrarme todas las tarjetas de crédito (se ríe), ¡pero quiero un compañero!
 
 
—Decís que lo volverías a elegir y que es el trabajo que harías frente a cualquier otro, incluso por la misma plata. Si tu hija de 17 años te dijera que quiere hacer lo mismo que vos, ¿qué le dirías?
 
 
—Le diría: “¿Lo querés hacer, de verdad lo querés hacer? Te enseño a hacerlo y a sentirlo”. Y que si lo va a hacer le sea realmente productivo, para que sepa qué es lo que tiene que hacer y qué no. Le diría: “¿No hay otras opciones? ¿Se puede hacer otra cosa?”. Y si me dice que lo que elige es esto, le voy a enseñar. Y va a ser la mejor del mundo, pero le voy a enseñar a cuidarse, a protegerse. Yo cuando se lo conté a mis hijos les dije: “Les prometo que nunca jamás en la vida me voy a poner en ninguna situación de riesgo o de peligro para ganar plata, ni en ningún lugar en donde me traten mal”. Y nunca lo hice. No salgo de noche, donde salen los faloperos, donde salen los borrachos. No voy a trabajar a la calle, no me visto provocativa. Este es mi trabajo, después, soy una mujer, como cualquiera, que elige esto todos los días.
 
 
—Vos no militás, ni estás en el sindicato, pero lo que hace la AMMAR (Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina) tiene que ver con sacar el trabajo sexual de la clandestinidad. Vos lo hacés de una manera natural, hablando con tus hijos, llevando con orgullo tu oficio.
 
 
—Yo les he enseñado a trabajar a infinidad de chicas, sin pedir nada a cambio, pero a mi manera. Yo no me considero una prostituta. Prefiero que me digas puta, porque para mí la prostitución es otro tema: nunca me violaron en la calle, nunca me pegó un cliente, nunca tuve que coger por dos mangos porque no tenía dónde dormir. Ni tampoco tengo la formación como para militar, pero milito desde mi experiencia, contándoles a mis amigas lo que yo viví cuando me dicen por ejemplo: “Me quiero mudar, pero es tanta plata por mes”. Les digo: “Vengan acá, ustedes no tienen que contar más billetes, a partir de hoy ustedes cuentan polvos. ¿Cuántos polvos te sale el alquiler? ¿Cuatro polvos? ¿La luz? Bueno, sabés qué, tenés que destinar quince polvos al mes a pagar las cuentas, y todo lo que te sobre es para vos. No cuentes más plata, contá polvos”. Porque cuando nosotras tenemos que contar plata es un montón, pero cuando lo trasladamos a nuestro trabajo… No quiere decir que sea fácil, porque te tenés que acostar con un tipo que no sabés quién es. Pero bueno, esa es la otra parte: a la puerta de mi casa no llegás si antes no me mandás una foto. Y si a mí la persona no me gusta, le digo: “Te pido mil disculpas, pero no te puedo ver. Si querés puedo recomendarte a una amiga”. Y ahí nomás tiro la foto en el grupo y digo: “Chicas, ¿quién se coge al feo?”. Y cada una va viendo qué laburo hace, que tampoco está para tirar para arriba hoy.
 
 
"Si querés que este trabajo sea bueno para vos, va a ser lo mejor del mundo. Y si lo hacés porque no te queda otra opción, porque te estás cagando de hambre, va a ser una mierda", manifestó
—Estás todo el día montada, seduciendo. ¿Siempre sos así de segura o hay momentos de inseguridad?
 
—Soy segura, pero porque cambié. Porque este es un trabajo que también causa mucho estrés. Yo tenía 33 años cuando empecé a hacer webcam. A los 14 me puse de novia con el padre de mi hijo, fui mamá, fui una mujer golpeada, me separé, y al año y pico me puse de novia con el papá de mi hija y después viví once años con él. Yo cuando empecé a hacer esto era una mamá que tuvo que salir a hacer algo porque no tenía otra cosa. Y me puse a mostrar el culo para Estados Unidos, y la noche que me fui de la web, los tipos lloraban.
 
—¿Seguís ahora con la web, ahora que la pandemia generó un boom en aplicaciones como Onlyfans?
 
—Sí, estoy en Onlyfans. Me erotiza la videollamada y es sexy. Pero a mí la adrenalina me pasa por lo presencial. Todavía con el tema de Onlyfans, la marca de agua, tener que poner el texto en español y en inglés para que se le pare el pito al yankee… ¡no sabés el mundo que hay atrás de esto! ¡Trabajamos como hormiguitas entre todas las compañeras! Pero le pongo onda, de vez en cuando subo un video hermoso, y tiene la ventaja de que cobrás en dólares. En pandemia, todas las que usábamos Mercadopago tuvimos que hacernos monotributistas. Y hoy todavía tenés que hacer una trampa para poder facturar. No existe el rubro trabajadora sexual en las categorizaciones, no hay una ley ni un derecho que nos ampare.
 
—Es parte de lo que se está peleando: que el trabajo sexual sea reconocido.
 
—Claro, pero mientras tanto yo tengo que seguir laburando. Y si estoy laburando, tengo que pagar el monotributo. ¿Me gusta que sea así? No, pero menos me gustaría mañana querer comprarme un departamento y no poder. Soy resolutiva en eso. Yo no creo que hoy haya tanta discriminación. A mí no me ofende que me digan puta.
 
—En todo caso, el problema es de derechos. Que no tengas el mismo acceso a la salud o la jubilación con tu oficio. Que todavía no haya una ley que lo regule.
 
—Sí, es muy injusto. Y por eso tenemos que seguir luchando. Pero a mí lo que me toca es trabajar, yo me levanto y laburo todos los días. Y después hay muchas chicas más inteligentes y más capacitadas que yo, que saben y opinan de leyes. Yo antes que decirte una estupidez, prefiero hablarte desde lo que siento y lo que viví, desde mi experiencia, que es eso: lo que me pasó y me pasa a mí. Yo me enojo mucho a veces con las chicas que escucho, las pibas que se creen que este laburo es soplar y hacer botellas, que es sacarte una foto en culo y subirla a redes; cuando es un trabajo que lleva mucho tiempo, muchas horas. Abrís tu whatsapp personal y te das cuenta de que no hablás con tu familia porque estás en Instagram (@themilfloly), Twitter, Telegram, Whatsapp, Onlyfans, ¡tengo tendinitis en los dedos! Nosotras tenemos que tener los mismos derechos porque laburamos más horas que una secretaria, que por lo menos a las seis de la tarde se va a la casa y hasta el otro día no vuelve. Llega un momento en que no querés más nada.
 
 
"Desde que empecé a trabajar en esto lo hablé con mis hijos, con mis padres, con mis hermanos. Cada una de las personas que me conocen sabe cuál es el trabajo que hago", advirtió (Fotos Nicolás Stulberg)
 
—Tus hijos lo naturalizaron todo el tiempo, ¿o al principio mentían en el colegio?
 
—Lo tomaron con naturalidad, porque yo lo naturalicé mucho en mi vida. Durante un tiempo lo escondieron. Pero después, venían los amigos de Agustín cuando yo organizaba las despedidas de solteros, entonces éramos seis perras todas montadas saliendo de casa. ¿Vos te pensás que alguna vez le preguntaron a mi hijo de qué labura tu mamá? Y la nena es re luchona de lo que hago. Al principio no decía nada y después empezó a abrirse. El otro día me contó que estaban todos en un grupo hablando de lo que hacían los padres y, cuando le tocó a ella, dijo que yo era puta. Así, directamente. Y le digo: “Hija, no digás ‘puta’, decí ‘trabajadora sexual’”. Y ella me contesta: “Mirá, mamá, si yo les digo ‘trabajadora sexual’, les causa más curiosidad, y preguntan. Cuando les digo ‘puta’, está todo entendido y les da más vergüenza a ellos que a mí y no tengo que explicar nada. ¿Me van a querer más o menos porque mi mamá trabaje de esto?”. El otro día quisimos adoptar un gatito y la mina cuando vio el perfil mío no nos lo quiso dar. Vos no sabés el mensaje que le mandó mi hija: “¿Vos te pensás que mi mamá no está capacitada para dar amor porque trabaja de esto?”. Mi hija se crió entre putas, entre pibas que se maquillaban y la trataban como a una princesa. Y adora y les da valor a las personas que pueden hacer esto. Vos me preguntabas qué diría yo si ella elige esto para ella, y pienso que si ella aún habiendo crecido entre mujeres que hacemos este laburo y conociendo de qué se trata lo quiere hacer, está perfecto, porque sabe dónde se mete. No me gustaría que fuera putita… prefiero que sea trabajadora sexual que una putarraca por amor al arte, ¡no! ¡Prefiero que cobre! ¡La va a pasar bien igual, y le va a sacar provecho!
 
 
—¿Qué les dirías a quienes, como en el feminismo abolicionista, se oponen al trabajo sexual porque consideran que siempre hay explotación?
 
 
—Que yo amo lo que hago. Tengo un grupo de amigas que hacen y aman lo mismo que yo. A mi mejor amiga la conocí en un sex shop y nos contamos que éramos trabajadoras sexuales al toque, nos dimos cuenta. Y ella conoció a su marido trabajando. Y el pibe es un capo y ella dejó el trabajo, tuvieron un hijo que es mi ahijado y son felices. Pueden pasar cosas buenas. Es como vos lo tomes. Si querés que este trabajo sea bueno para vos, va a ser lo mejor del mundo. Y si lo hacés porque no te queda otra opción, porque te estás cagando de hambre, va a ser una mierda. Porque nadie tiene ganas de coger con un desconocido solo porque te den plata porque no tenés para comer. Pero si vos lo elegís y dejás siempre claras las pautas de cómo querés que te traten, y aprendés a tratarte vos también así, puede ser un trabajo maravilloso. Esta es mi historia y no puedo generalizar, pero en mi historia, desde hace tiempo, la que elige soy yo.
 
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