...del gobernador bonaerense
El peronismo es un gran paraguas protector en el que conviven múltiples vertientes. El kirchnerismo es una de ellas. Su lugar de asentamiento y poder está concentrado en la provincia de Buenos Aires. Y de esa plataforma surgen los nombres propios más trascendentes del espacio político. Quizás por eso no sea una novedad que el ring en el que está discutiendo Máximo Kirchner y Axel Kicillof esté armado sobre al tierra del conurbano bonaerense.
Los dirigentes que están parados afuera de los límites del kirchnerismo miran con fastidio la puja de poder entre el líder de La Cámpora y el gobernador bonaerense. “Es la conurbanizción del peronismo”, asegura un legislador nacional, que declara estar harto de las internas. “Pasamos cuatro años en un campo de batalla, fracasamos y llegó Milei. No entendieron nada”, agregó en tono de queja.
El acto que Máximo Kirchner hizo en La Plata una semana atrás parece haber sido el detonante del fuerte malestar que por estas horas atraviesa a la fuerza política en todo el país. Hay dos motivos centrales que se repiten en los reclamos: los mensajes hacia adentro de la interna peronista bonaerense en medio de la crisis económica y el ataque directo a Kicillof, al que muchos ven como el dirigente más representativo del peronismo, por su rol y sus elecciones ganadas.
¿Y Cristina Kirchner? En el pensamiento del peronismo federal la ex presidenta aparece por afuera de las proyecciones de futuro que terminan en el 2027. La imaginan candidata a legisladora el año que viene, pero no la ven para una tercera visita a la Casa Rosada. Nadie la saca del tablero político del peronismo. Saben que siempre estará y que la discusión central la tendrá como protagonista. En todo caso el debate va por un carril distinto, más vinculado a fortalecer una mirada menos cristinista dentro de Unión por la Patria (UP).
El acto de Máximo Kirchner que generó malestar en el peronismo del interior
“Axel tiene que ser el referente nacional. Por el rol que tiene como gobernador de la provincia más poblada, porque ganó dos elecciones y porque es una figura joven con proyección”, analizó un diputado del centro del país con extenso recorrido en las filas justicialistas. No es una mirada única. Más bien es la percepción que tienen una gran cantidad de dirigentes que están afuera del cuadrilátero y llevan en su mochila un sinfín de reproches para el kirchnerismo.
La pelea entre La Cámpora y el esquema político de Kicillof tiene múltiples explicaciones. Las más trascendente está estampada en una bandera que la agrupación ultra K sacó a relucir en el acto en La Plata: “Nada sin Cristina”. En el kirchnerismo duro acusan al Gobernador y sus aliados de querer construir una opción política sin contener ni respetar el liderazgo de CFK.
Lo tratan de desagradecido y de obtuso. Advierten que está cometiendo un grave error y que su núcleo duro de votantes pertenecen a la ex mandataria. “No hay Axel sin Cristina, ni Cristina sin Máximo”, sentencian. La cuenta no les cierra. “Se tendría que haber quedado quieto y era el candidato natural del kirchnerismo”, reflexionó un ex funcionario K que forma parte del círculo más cercano al líder camporista.
Kicillof nunca habló mal de Cristina Kirchner. Ni de su liderazgo, ni de su conducción política. ¿Por qué le apuntan entonces? Por lo que dicen los que están a su alrededor. Lo que vociferan Jorge Ferraresi, Mario Secco, Carlos Bianco y Andrés “Cuervo” Larroque, que son los principales apuntados por la organización ultra K. Entienden que hablan por él. Que dicen lo que él no se anima a decir para evitar el conflicto o que, en una estrategia más diagramada, el decidió aferrarse al silencio y que sus lugartenientes hagan el desgaste mayor.
En la gobernación bonaerense ven a La Cámpora desenfocada. Sobre todo a su líder. Inmiscuido en una interna de poder que tuvo un principio y no tiene un final. Los ven dispuestos a desgastar al mandatario provincial a cualquier precio y los acusan de no cuidar a uno de los pocos precandidatos presidenciales que tiene el espacio, y que es de sangre kirchnerista. Un importante funcionario bonaerense lo asumió con brutal naturalidad: “Esto es una guerra. El que retrocede, pierde. Solo podés ir para adelante. Ya no hay retorno”.
El grupo político que rodea a Kicillof levanta la bandera de la unidad después de las elecciones. Cada cual con su lapicera y su lista. Después, los votos en las urnas. Finalmente, la construcción de la unidad de cara al 2027. Se piensa como un límite a la influencia de Máximo Kirchner en la estrategia electoral y la discusión de nuevos liderazgos que refresquen el armado político. La formulación de una nueva canción que tantas acusaciones y reproches le generó a Kicillof.
“Lo que están haciendo es una irresponsabilidad. Te genera tristeza y sorpresa. Con la situación económica que hay en el país, se pelean por las listas del año que viene”, sostuvo un gobernador de UP, que señala que la discusión bonaerense, llevada a un extremo, daña a todo el peronismo por igual en una elección nacional.
Septiembre fue el segundo mes consecutivo en el que Javier Milei, según marcan los principales encuestadores del país, descendió en su imagen positiva y aprobación de gestión. En estas últimas ocho semanas acumuló varias derrotas legislativas y fallas en sus discursos, como el monto que le pidió recortar a los gobernadores durante la presentación del Presupuesto o la viralización en sus redes de una acusación infundada contra La Cámpora por los incendios en Córdoba.
Desde que comenzó la gestión libertaria, el actual es el momento de mayor debilidad del Gobierno respecto al acompañamiento popular. Aún siendo alto, la variación empezó a notarse. En ese contexto, el kirchnerismo está enfrascado en una interna que está lastimando a todos los que se acercan. Y en el peronismo están convencidos que, más temprano que tarde, la pelea de poder ejercerá un daño muy grande a la estructura y el discurso político de la coalición.
“El adversario no es Kicillof, es Milei. Es este gobierno delirante. Tienen que arreglar las diferencias por lo bajo y no a cielo abierto. En la gestión pasada nos la pasamos puteándonos y la gente no llegaba a fin de mes. No aprendimos nada”, detalló un ex gobernador del peronismo. Existe en el interior del país una gran decepción con el conflicto K porque consideran que está completamente alejado de la realidad de la gente. Está desconectado de la agenda de las mayorías.
En el peronismo hay una mirada muy crítica del kirchnerismo y la interna que lo atraviesa. Hay también un hartazgo por los últimos cuatro años de gestión del Frente de Todos, donde la conflictividad interna se mimetizó con la agenda diaria de la política y derrumbó la credibilidad del frente electoral creado en el 2019. “Si el peronismo sigue sumergido en el rencor, no va a poder reconstruir la esperanza”, admitió un legislador que mira con cierta desazón la imposibilidad de lograr acuerdos internos.
La interna K está a punto de ebullición. El peronismo, en su conjunto, no tiene un rumbo claro. Está en crisis en varias provincias, donde se empiezan a divisar esfuerzos para ordenarse lentamente. Volver a armar un proyecto político y electoral demanda que bajen las armas los principales actores. Así como lo hicieron en el 2019. Y que empiece una negociación subterránea que disminuya los niveles de tensión.
Esa proyección parece ser una gran utopía en este tiempo donde muchos camporistas sienten a Kicillof como un traidor y muchos peronistas aseguran que Cristina y Máximo Kirchner quieren desplazar del centro de la escena al gobernador bonaerense solo para no regalarle la herencia K. Percepciones que desnudan las grietas profundas de un espacio político donde la convivencia de todos los sectores está atada con alambre.
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