Según un famoso estudio realizado en los años 60 por el investigador y psicólogo Albert Mehrabian, las palabras sólo representan un 7% de la comunicación humana, mientras que un 38% tiene que ver con la voz (entonación, inflexión, tono, etc.) y el 55% restante con el lenguaje corporal.
Según esta investigación (y, realmente, más allá de los porcentajes concretos que se atribuyen a cada factor, según muchas otras), la parte más importante de la comunicación sería la correspondiente a gestos, posturas, expresiones faciales, y, cómo no, el contacto visual. Aunque será fluctuante de persona a persona y tiene que ver con aspectos culturales y sociales, hay cierto consenso sobre la interpretación que puede darse a que este aspecto particular de la comunicación no verbal.
Sin embargo, y aun así, hay amplitud de significados posibles asociados a una falta de contacto visual. A continuación, un repaso de los más comunes.
De ansiedad social a, simplemente, estar pensando
Según un estudio de la Universidad de Stirling (Escocia), por ejemplo, retirar la mirada puede ser una señal de que la persona con quien se está conversando está pensando. Realmente, el observar el rostro de otra persona es un estímulo poderoso y con una gran capacidad de distraer. Al final, teniendo en cuenta ese estudio de Albert Mehrabian, las caras emiten una enorme cantidad de información que, consciente o subconscientemente, son interpretadas por los interlocutores, ocupando “espacio” mental.
Según Social Self, un medio estadounidense que comparte formas de mejorar las habilidades conversacionales, un buen contacto visual puede ayudar a desarrollar confianza, cercanía, y hasta a parecer más atractivo a los interlocutores. Al mismo tiempo, enumeran una serie de posibles causas por las cuales alguien puede evitar la mirada del otro.
Uno de ellos es la ansiedad social o la timidez. Una persona que sufre de ansiedad social puede sentirse apabullada y escrutada por el contacto visual, lo que supone un detonante para el miedo a ser percibido o juzgado por los demás que se asocia a ese trastorno.
Nervios o incomodidas
También puede deberse a simples nervios o incomodidad, sea por tratarse de una interacción “de riesgo” como una entrevista laboral o una cita; por una necesidad de causar una buena impresión; por una falta de confianza con los interlocutores; o simplemente por el tema sobre el que se esté conversando.
Otra de las causas que se contemplan es que la persona con un contacto visual bajo pueda haber experimentado trauma, ya que este tipo de situaciones puede reconstruir la estructura cerebral, provocando que una mirada directa pueda interpretarse, en sí misma, como una amenaza.
Asimismo, lo asocian a mentir: sugieren que, en ocasiones, las personas evitan el contacto visual por vergüenza o culpa al estar ocultando algo. Sin embargo, según Roger Strecker, un analista de comportamiento e interrogador profesional, esto no es necesariamente cierto. Strecker argumenta que lo realmente importante es la referencia que se tenga del comportamiento de la persona en cuestión, y que otros marcadores involuntarios, como la dilatación de las pupilas o la frecuencia de parpadeo, son más indicativos a la hora de identificar la honestidad de los interlocutores.
Otra de las explicaciones que se da a una falta de contacto visual es el estado emocional (ya que el enfado o disgusto pueden provocar que se eviten los ojos) y la atención, sugiriendo que puede ser indicativo de un deseo de terminar la conversación que se está teniendo o, a su vez, de un esfuerzo para recordar o comprender algo.
Al mismo tiempo, también se contempla la posibilidad de que el interlocutor evite el contacto visual por pertenecer al espectro autista o de TDA. Según un estudio publicado en 2017 en Scientific Reports, resonancias magnéticas revelaron que algunas personas autistas tienen una mayor sensibilidad a las caras y expresiones faciales, lo que supone una sobrecarga informativa a la hora de interactuar con los demás que, además, puede provocar sensaciones de ansiedad.
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