03 ABR | 19:50

El presidente se enfureció con el pago a jubilados

Alberto Fernández se enfureció con el Banco Central, la ANSES y el sindicato bancario por la atención a los jubilados. El Presidente demostró su enojo por las filas en las entidades bancarias y exigió ...Por Román Lejtman
...una respuesta urgente para evitar que el cobro de las jubilaciones y los subsidios de emergencia multiplique la pandemia del coronavirus.
 
 
 
Alberto Fernández se levantó temprano y prendió la televisión. Lo que vio, no lo podía creer: miles de jubilados, pensionados, acompañantes, mujeres y niños –en plena cuarentena obligatoria– haciendo largas colas en los bancos de todo el país para cobrar sus jubilaciones, la Asignación Universal por Hijo (AUH) y otros beneficios sociales otorgados para evitar que la pandemia del coronavirus afecte aún más a los sectores carenciados de la Argentina.
 
 
Cerca de las ocho de la mañana, el Presidente se comunicó con Miguel Pesce, titular del Banco Central. Alberto Fernández y Pesce se conocen desde hace años y el trato siempre fue distendido. El Presidente no es de insultar, pero en Olivos juran que estaba “con un nivel de calentura” nunca visto.
 
 
Pesce cortó la comunicación y se puso a redactar una resolución que ordenaba la apertura de los bancos durante el próximo fin de semana. Cuando la línea del Banco Central redactaba la inesperada resolución, Pesce habló por teléfono con Sergio Palazzo, secretario general de la Asociación Bancaria, que durante días y días se negó a que abrieran las sucursales en medio de la pandemia.
 
 
“Vamos a abrir los bancos los fines de semana, ya está decidido", informó Pesce a Palazzo. Y cortó.
 
 
La posición gremial de Palazzo era muy cuestionada en la Casa Rosada y Olivos, y finamente tuvo que ceder cuando comprobó las colas infinitas en los bancos de todo el país y escuchó a Alberto Fernández al otro lado de la línea. El Presidente no es amigo de Palazzo, estaba enfurecido y lo hizo responsable por el maltrato a los jubilados, pensionados y beneficiarios de los planes sociales que pasaron la noche sin dormir frente a la puerta vidriada de una entidad bancaria.
 
Ahora sí, dos semanas más tarde, Palazzo aceptó que se abrieran los bancos para que todos pudieran cobrar sus jubilaciones y la ayuda del Estado.
 
 
Desde la mirada presidencial, frente al escándalo de miles de jubilados pasando frío y haciendo cola para cobrar, Alejandro Vanoli es el mayor responsable político y administrativo. Ya se sabía que más de 11 millones de personas se habían inscripto para cobrar el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), y el titular de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES) hizo muy poco para resolver una crisis que estaba anunciada.
 
Desde el Palacio de Hacienda y la Secretaría de Asuntos Estratégicos se sugirió a Vanoli que adoptara medidas de urgencia para lograr la adhesión de empresas fintech que permiten cobrar los beneficios sin concurrir a las sucursales bancarias, pero el titular de la ANSES giró el tema durante días y nada sucedió.
 
El Presidente también habló con Vanoli para exigirle explicaciones por la situación humanitaria de los jubilados. A esa hora, los canales de televisión, las radios y las redes sociales describían las colas en los bancos y cuestionaban el liderazgo de Alberto Fernández frente a la crisis del coronavirus y sus consecuencias económicas.
 
Vanoli escuchó casi en silencio las sucesivas críticas del jefe de Estado, e inició un raid por los medios de comunicación para atenuar su anomia administrativa en la opinión pública.
 
 
El Presidente ajustó cuentas con Pesce, Palazzo y Vanoli ante una situación humanitaria que no estaba en sus cálculos. Sin embargo, esta crisis política y social aún no terminó. Por eso, Alberto Fernández exigió soluciones inmediatas ante una coyuntura que se extenderá en el tiempo: las empresas necesitan que los bancos estén abiertos, miles de beneficiarios de los planes sociales no están bancarizados, y el IFE (con 11 millones de inscriptos) también se otorgará en mayo y junio.
 
En un contexto social que incluye nueve días más de cuarentena y la incertidumbre frente a las consecuencias del pico máximo de la pandemia que aún no sucedió.
 
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