...equipamiento deportivo posible dentro de nuestros presupuestos escasos, buscábamos, entre otras cosas, cuerdas para las raquetas que nos duraran la mayor cantidad de tiempo posible, al menor costo.
“Especialmente Resiliente”, decían esos anuncios de la revistas del negocio del Profe Funes en la estación de Barrancas o del Negro Machado, en la galería Cabildo.
La resiliencia entonces, aprendí, es la capacidad de esa cuerda de adaptarse con gran facilidad al impacto, la velocidad y el peso de la pelota, controlarla y tener la aptitud, fuerza y flexibilidad necesaria para devolverla, infinidad de veces. Eso la dota de la capacidad de adaptarse a su formas, hundir sus cuerdas en el fieltro y darle a jugador la chance de a colocar la pelota (el objeto agresor) del otro lado de la red, en la dirección, con la fuerza y con el ángulo que él que pretenda.
La resiliencia, entonces, no es solamente aguantar y adaptarse. La resiliencia es la capacidad de asimilar el golpe, aprovechar el momento para imprimir en él nuestra propia impronta, volver a nuestro lugar de origen y repeler la agresión de tal manera de obtener con ello una ventaja. Eventualmente, ganaremos el punto. Pero, de lo contrario, estaremos listos para el próximo golpe, seguros que contamos con esa misma herramienta para enfrentar la agresión y seguir jugando. Todo el tiempo que haga falta.
Si nos organizamos…
Un libro de reciente aparición, llamado “La solución Nash” (La reactivación económica tras el COVID-19) del autor español Fernando Trias de Bes, ha traído a consideración la posibilidad de reflexionar sobre los acontecimientos que vienen pasando desde una perspectiva, sino optimista al menos propositiva. Se intenta utilizar justamente el proceso de resiliencia para organizar la resistencia y dirigir la fuerza de los materiales (que aún existen) hacia un objetivo común que sea la recuperación del economía.
El autor, con un análisis preciso y una predisposición a discutir sin preconceptos ideológicos, propone como necesario reconocer a los actores principales de este escenario que, a la manera de un tablero de intereses y de relaciones de poder, designaremos genéricamente como “jugadores”. No por afán lúdico, sino una cuestión netamente pedagógica.
Ellos son:
1. La población.
2. Las empresas y los productores, los que, según su escala, podremos reconocer como: multinacionales y globales; grandes empresas nacionales; pequeñas y medianas empresas y autónomos y profesionales liberales.
3. La Distribución, que podemos dividir entre los sistemas concebidos para el consumidor final (tiendas, pequeños comercio) o al distribuidor intermediario, que se dedica a la comercio mayorista o distribución importación exportación y la distribución” Online”.
4. El sector público, entre cuyos elementos reconocemos la sanidad, la educación, la seguridad, la justicia y las agencias tributarias.
5. El sector financiero, del cual necesita se necesita una cooperación permanente.
6. El sector de la comunicación, que podríamos agrupar los dentro de las empresas pero que preferimos considerarlo por separado: en él reconoceremos a las empresas de comunicación tradicional (radio, TV y prensa) y a todo el ecosistema digital de redes sociales (WhatsApp, YouTube, Facebook, Instagram y cualquier otro de generación de contenidos masivos).
Demanda y oferta somos todos. Las empresas consumen servicios financieros, asesores, tecnología, redes comerciales, servicios, transportes; lo propio el sector público. La demanda es la suma de todo lo que consumen todos los jugadores pero tanto en uno como otro jugador su demanda está esta actuada por la población, el “elemento 1”.
A su vez, la oferta también está determinada por la población, porque es ella la que, la genera. Ninguno de estos jugadores puede generar los productos bienes o servicios que la demanda requiere sin la población. Por lo tanto la oferta también depende de la población.
Ahora bien, la población no puede trabajar: Está confinada. Entonces una de las primeras cosas que tenemos que entender y reafirmar es que el confinamiento de la población se produce para evitar que el sistema sanitario colapse. No para evitar que se contagie (lo que ya se ha demostrado que a esta altura no es posible) sino para evitar que el sistema sanitario colapse.
La clave es el confinamiento.
El confinamiento (que salva vidas, al evitar que el sistema sanitario colapse) produce una crisis de demanda. Es la causa primera y original de la caída de oferta y demanda. Está cortado el canal por el cual la producción llega al consumidor. Es esencial establecer medios para que, por un lado, la población mantenga el poder adquisitivo y por otro, se puedan definir las medidas de seguridad para abrir la oferta. La mayoría de las medidas de incentivo al consumo no funciona en el confinamiento, porque por mucho dinero que se entregue, el confinado no puede usarlo, si sigue en casa. La transacción de bienes y servicios digitales es infinitamente menor.
La economía es un sistema de vasos comunicantes. Si a una empresa grande se le permite funcionar (supongamos que es de las “esenciales”) pero otra empresa pequeña, que le provee los componentes para desarrollarse, cierra, la empresa grande tampoco puede funcionar. Y no puede buscar proveedores alternativos (están confinados) por lo tanto la empresa grande tampoco puede trabajar y cierra. Es lo que se ha verificado en días anteriores cuando se anunció que en la República Argentina por primera vez en muchos años no se había producido un solo vehículo.
No es una guerra
Es un escenario que parece una guerra. Con una gran diferencia: la capacidad instalada productiva no se ha perdido. Los activos físicos, las herramientas, las maquinarias, la materia prima, siguen ahí, Las instalaciones fabriles, la infraestructura, las líneas eléctricas, la provisión de gas, los caminos, existen, funcionan. El campo sigue produciendo. No falta combustible, por el contrario, hoy sobra. No ha desaparecido ningún bien esencial. No hay ninguna disrupción técnica que permita pensar que una enorme cantidad de la aprobación haya quedado a pie o por fuera del mercado de trabajo (Revolución Industrial). No hay tampoco una alteración dramática del sistema financiero, (caso crisis subprime del 2008). No estallado ninguna burbuja especulativa como en los casos del 2001 o del 2008.
A su vez, la población, si bien está confinada, está en su casa y además (mérito de la cuarentena), está sana. Y si bien hay alto riesgo de contagio, el sistema de salud ha sido reforzado. Es de esperar que las autoridades sean precisas y transparentes en esta información.
Es distinto reincorporar gente a un trabajo que se ha detenido temporalmente que iniciar una producción a la cual no se puedan incorporar vidas perdidas.
Se conocen muchos incentivos para rehabilitar la oferta o la demanda, pero no funcionan a causa del confinamiento. La incertidumbre financiera y la morosidad, contribuyen junto con la caída de la actividad a derrumbar el empleo y la inversión. Por el momento las inyecciones gubernamentales han sido erráticas. Los bancos debieran ser simplemente distribuidores del dinero que el Estado inyecte. Los empresarios no recurren al banco porque no quieren endeudarse si no se aseguran que la empresa va a crecer.
No se le puede pedir a las empresas que sostengan la economía cuando están derrumbadas. Y tampoco podemos darnos el lujo de emitir rescates al estilo placebo. Cuando el paciente está realmente enfermo, el placebo sólo sirve para perder confianza en el médico. Una caída de la economía real, tarde o temprano, se traslada una crisis financiera. La inestabilidad de los flujos monetarios puede desembocar en cualquier momento en un colapso financiero.
Así, las amenazas de estatización, de intervención totalitaria por parte de los Estados, sólo provocan más temor. Trier de Bas sostiene que de no tener a la Unión Europea como garante de la democracia, España sufriría un peligro totalitarista en ciernes.
No perder el foco
La causa de la crisis entonces, no es económica, sino sanitaria. La capacidad económica está intacta, el problema es el miedo. Lo que no vemos.
Nadie se beneficia con esta crisis. Ningún agente económico puede ser culpado realmente de haber iniciado o poder sacar provecho de esta situación. Por ello, los jugadores pueden actuar coordinadamente porque, pase lo que pase, si no se soluciona, esto no le conviene a ninguno.
Otra idea fundamental es que volveremos a la normalidad en un plazo determinado. Incierto, pero seguro.
No creo que después de esta pandemia “nada será igual”, o que inauguraremos una “nueva normalidad”, o como alguno dijo por ahí que “la normalidad ya no existe”. Discrepo profundamente con eso. Reafirmo la idea de la resiliencia. Resistir, reparar, adaptar, insuflar nuestras voluntades en el objeto que nos atacó y lanzarlo de vuelta, lejos a un ángulo imposible, en un passing shot victorioso y quizás, definitivo.
Por ello es necesario comprar tiempo, (recurso típicamente concursal, si los hay), atacar el factor psicológico, tomar medidas de emergencias que alivien y desarmen la psicología de la desolación y de la muerte, de la desaparición y de la quiebra. Dotar a las personas a las familias a la población de los elementos necesarios para asegurar su supervivencia, su empleo, y un nivel de consumo aceptable. Aún cuando esto implique un formidable desembolso de fondos. Mucho peor será tener una economía desquiciada dentro de seis meses.
Es preciso diseñar un plan de urgencia claro y confiable, para aprovechar el material resiliente para encarar la salida:
1. Definir que el problema fundamental es el sanitario. Estamos en confinamiento para poner el sistema en condiciones de atender a todos los que lo necesiten.
2. Recordar y convencer a la población de que el riesgo vital es ínfimo.
3 Mantener el confinamiento de los mayores de 70 años.
4. Replicar las medidas de protección laboral de los países modelo.
5. Con relación a la salida progresiva de la cuarentena, es preciso dar instrucciones muy precisas sobre lo que se puede y lo que no se puede hacer, bajo supervisión de la fuerzas de seguridad, de tal manera de generar confianza y ausencia de miedo.
6. Reapertura progresiva de los negocios de comercio minorista con medidas apropiadas incluso lugares comerciales.
7. Proporcionar perspectiva de estabilidad a los ingresos familiares. La inyección de dinero a las empresas debe ser sin condicionamientos (y mucho menos de índole política. El dinero del estado no es del gobierno, es del estado), de tal manera que éstas ayudas no se vuelvan un búmerang. La emergencia dura sólo un tiempo, por eso hay que hacer todo el esfuerzo conjunto ahora.
8. El tejido productivo se puede romper por la mortalidad empresarial. Ahí sí perderíamos capacidad productiva, por los cierres, por la quiebra definitivas, por el desempleo y la morosidad. Y algo de eso será inevitable, pero deben ser los menos posibles. Las empresas deben ser asistidas, otorgándoles liquidez. Comprarles tiempo. A las que no se pueda, hay que dotarlas de vehículos veloces, asequibles, sencillos y baratos para proteger sus activos y reestructurar sus deudas.
9. Deben mantenerse vivos la capacidad productiva y el empleo que la sustenta y las ayudas deben ser proporcionales a su nivel de actividad. Nuevamente, insisto, la escala es fundamental.
10. Se trata de mantener liquidez en el sistema y por el momento eso es más importante que contener el déficit, aunque duela escucharlo así. Esto debe instrumentarse con los incentivos adecuados. Asegurar que el Estado (no es Alemania) se va a quedar con parte las Pymes asistidas (no son Lufthansa), o las cuotas sociales del taller del esquina, o de la metalúrgica de 20 empleados, no parece un incentivo muy inteligente. Por el contrario es imprescindible construir un nuevo edificio de confianza: para que las empresas y la población sigan consumiendo.
Romper el desacuerdo de Nash
Quizás recuerden aquella escena del film “Una mente brillante”. En ella un grupo de jóvenes en un bar ve llegar a otro grupo. Y todos se abalanzan sobre aquélla persona que consideran más atractiva. El resultado es que ninguno la consigue.
La propuesta de Nash (sobre quien trata la película, Nobel de Economía, 1994) es que si todos renuncian al premio mayor y eligen una segunda oportunidad o un segundo interés, probablemente todos puedan conseguir pareja. El famoso “si nos organizamos....”. Que es justamente lo que debe resolverse rompiendo ese desacuerdo. Esa ruptura, resuelve el dilema del prisionero, evitando que a través de la desinformación o la desconfianza, el conjunto de actores (los jugadores que explicábamos al principio de la nota) elija la peor solución para todos. Los factores desencadenantes de estas malas decisiones, el miedo, la falta de coordinación, la ausencia de cooperación, la falta de compromiso, la falta de incentivos adecuados, van hacer que cada uno anteponga su interés al de conjunto.
Sostengo que la insolvencia es la pandemia y que insolventes estamos todos. Sólo una lógica de naturaleza concurrente, colaborativa y organizada, es la adecuada para aplicar a una salida general y no sólo la de la empresa o del individuo en estado de cesación de pagos.
Frente una situación tan dramática, ante el miedo, la desinformación y la desesperación, cada uno de los jugadores que describimos, al momento de tomar las decisiones, en vez de pensar en la economía global, en el beneficio de conjunto, van a tomar el otro camino.
La empresa, en vez de invertir y seguir honrando los salarios, va ahorrar y reducir personal. La población, en vez de seguir consumiendo normalmente, va a cortar sus gastos, intentando ahorrar, recluyéndose aún más, porque hay demasiado riesgo de que la contraparte, aún acordando verbalmente los términos de cómo comportarse, no cumpla con su palabra.
¿Acaso los medios de comunicación pueden servir en este sentido? Compartimos con Trias de Bes que no alcanza con un con un discurso épico del tipo “entre todos lo sacamos adelante”. Porque más allá de la comunicación es preciso emitir desde los gobiernos los incentivos adecuados.
¿Por qué no se hace?
Es muy posible que no se haga porque estén abrumados. El autor grafica muy bien la idea: Estamos frente al caso de un vivero que se riega por goteo en forma automática. El dueño salió por unos días y al volver encuentra que la cañería del riego se tapó, que las plantas no recibieron el agua que le correspondía y están todas muriéndose. Ante la desesperación lo que hace es correr de una planta a otra tratando de regarlas con toda el agua que pueda para revivirlas. Cuando en realidad, lo que tiene que hacer es solucionar el problema principal, que es destapar la cañería.
El problema aquí puede ser la ideología. Si los que tienen que resolver el problema son botánicos, amantes de las plantas, saldrán a salvar las hojas corriendo con una regadera de aquí para allá desesperadamente y en desorden. Lo que hay que hacer es ocuparse del problema principal, que es destapar la cañería. No se trata de un problema de botánica, sino de un problema de plomería.
Lograr acuerdos
Los mayores peligros en una pandemia son: la falta de liderazgo, la falta de transparencia y la necesidad de acuerdos políticos. Es preciso la creación y convocatoria no sólo de mesas de médicos y sanitaristas, sino además de economistas, de psicólogos, de empresarios, de expertos de todo tipo. Es momento de distanciarse de las ideologías y no perder el foco. Pero hay pocos dirigentes con esa capacidad. En la Argentina, además, debemos lidiar con una crisis que viene de antes, del gobierno anterior y del anterior. Y este gobierno, en particular, se ha formado en el marco de una coalición, con lo que eso implica y que no podemos desconocer. No está formado para esta crisis, que nadie podía prever, sino como un modo de articular un mosaico de consenso político que refleja las concesiones que los grupos se han tenido que dar recíprocamente, reconociendo el aporte de cada uno de ellos al triunfo eleccionario, y que, en términos políticos, se reconocen con cargos, y responsabilidades. En esa selección, claramente no estaba prevista la necesidad de contar con capacidades diferenciales como para atender a esta crisis tan particular.
Por eso, en este momento, es clave destacar la importancia de la cooperación política, y la superación de las barreras ideológicas. Es clave reasignar el rol de la banca, no como prestamista, sino como distribuidor de la inyección de fondos que va a otorgar el Estado y como garante del mantenimiento del normal flujo del normal traslado de los flujos financieros. Hacer de eslabón entre los depósitos del Estado y el cobro de los necesitados.
El óptimo de “todos juntos” es posible, pero necesita de los incentivos que modifiquen la preferencia de los jugadores. Admite Tries de Bes que España necesita de la Unión Europea y particularmente de Angela Merkel. Argentina, por su parte, tiene que reinsertarse en el mundo. Es preciso articular un trabajo colaborativo. Los elementos para hacerlo están ahí, y por ahora, están vivos. Es, hoy, quizás el desafío político más intenso que tiene nuestra sociedad desde la reorganización Nacional.
La resiliencia es resistencia, es fuerza, y es recuperación. No es resignarse a una “nueva normalidad”. Es recuperar la propia, ganándole al obstáculo y sacándole provecho de ello. Dicho en términos llanos, la pandemia no sólo no tiene que implicar una abdicación de nuestros derechos. Tiene que ser la recuperación de todos ellos, sin ningún tipo de renuncia, y con una mejoría, incluso, de la situación en la estábamos viviendo.
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