Tres asuntos de Estado consumen los días y las noches de Alberto Fernández: la cuarentena, la deuda externa y Vicentin. La agenda de Olivos sufre el síndrome del Día de la Marmota y lo único que cambia son las fechas del calendario sin solución aún para las tres situaciones políticas que tienen sobre el filo de la navaja al jefe de Estado.
En la quinta presidencial asumen que julio será un mes clave para la administración peronista y que la cuarentena, la deuda externa y el caso Vicentin tienen una dinámica estructural que excede la voluntad política del Gobierno.
Alberto Fernández concentra todas las decisiones de poder, y sus funcionarios del Gabinete funcionan como asistentes que aportan la información básica sobre cada asunto de Estado. Hay debate sobre la táctica a ejecutar, pero la estrategia sólo responde al pensamiento del Presidente, que ejerce su cargo y a la vez ocupa los 21 ministerios del Poder Ejecutivo.
La excepción a esta lógica presidencial fue el diseño de la cuarentena frente al COVID-19. Alberto Fernández escuchó y resolvió por recomendación de su comité de expertos y compartió la toma de decisiones con Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta. Los tres juegan una parte de su futuro político en el desenlace sanitario y económico de un confinamiento que ya es resistido en el AMBA y continuará hasta que pasen los días más fríos del invierno.
El Presidente, el gobernador de Buenos Aires y el jefe de Gobierno porteño se encontrarán mañana en Olivos para definir las nuevas restricciones en el AMBA. Los tres tomarán en cuenta una ecuación que revisan todos los días: la cantidad de contagios graves versus la cantidad de camas para terapia intensiva.
Y esa ecuación, proyectada a mediados de julio, establece que habría más contagiados graves que camas disponibles en la provincia de Buenos Aires. Un cuadro de situación sanitario y ético que preocupa por igual a Alberto Fernández, Kicillof y Rodríguez Larreta. Ninguno de los tres desea aplicar la técnica del triaje: quién se interna para vivir, quién queda en el pasillo del hospital para morir.
En este contexto, Alberto Fernández, Kicillof y Rodríguez Larreta definirán mañana una nueva fase de la cuarentena que será un mix entre las fases 1 a 3, aplicadas a determinadas zonas del AMBA y prestando muchísima atención al humor social. Ninguno de los tres está de ánimo para escuchar cacerolas a las 21, cuando lo único que quieren es evitar las muertes, el método del triaje y los contagios masivos.
El peso de la decisión caerá sobre los controles de los cruces entre la Capital Federal y la Provincia, el transporte público y los permisos oficiales para transitar bajo la categoría de “actividad esencial”. A eso se sumarán ciertas restricciones que Kicillof y Rodríguez Larreta llevarán a Olivos y que engrosaran una lista de nuevas prohibiciones que mañana se darían a conocer.
Además de las condiciones sanitarias, sociales y económicas de la cuarentena, Alberto Fernández tiene línea abierta con Martín Guzmán para empujar la negociación de la deuda externa. El Presidente aún respalda al ministro de Economía, pero ya abandonó su posición estratégica y no duda en pulsar las teclas de su celular para dialogar o enfrentar a ciertos bonistas que funcionan como interlocutores informales en medio de la negociación.
Alberto Fernández exhumó su amistad con David Martínez –CEO de Fintech– , y a través de Guzmán, Miguel Galuccio, Sergio Massa, Jorge Argüello –embajador argentino en DC–, y Sergio Chodos –representante argentino en el FMI–, juega sus cartas para encontrar un acuerdo que satisfaga a ambas partes en conflicto.
Aún no hay fórmula económica-financiera que permita satisfacer todos los intereses del Estado nacional y los acreedores privados, y las negociaciones continúan trabadas aunque en otro nivel: Guzmán se resiste a pasar de los 49,90 dólares de Valor Presente Neto (VPN) con 10 por ciento de Exit Yield, mientras que los fondos de inversión exigen que los bonos alcancen los 53 o 52 dólares de VPN.
El Presidente asegura en Olivos que “hay que tener paciencia, que la negociación va bien”. Los bonistas replican en Wall Sreet y Londres que “están hartos de Guzmán”, que fue “muy bueno que se involucrara (Alberto) Fernández” y que quieren “cerrar antes que concluya julio”.
A esta altura de junio, la negociación continúa y el final es incierto.
A su lista de llamadas constantes –Santiago Cafiero, Vilma Ibarra, Guzmán, Kicillof y Rodríguez Larreta–, Alberto Fernández sumó a Gabriel Delgado, veedor oficial en Vicentin. El Presidente ahora apoya la gestión de Omar Perotti en la Justicia, y si fracasa, bascula en analizar otras alternativas o dejar que la propia situación económica de Vicentin abra un nuevo escenario político.
La expropiación de Vicentin ya casi no es opción en Olivos, y sólo es una bandera que se agita en el Instituto Patria y en el ala oficialista de la Cámara de Senadores. “El Presidente no tomará ninguna decisión que divida a los argentinos”, le dijo Delgado a Infobae.
El juez del concurso de acreedores, Fabián Lorenzini, debe resolver el Plan Perotti –que consiste en una intervención colegiada–, y sobre esa decisión se tomarán los próximos pasos en Olivos. Alberto Fernández ahora quiere encontrar una solución adentro del concurso y sin la participación de los accionistas que llevaron a Vicentin al borde la quiebra.
El Presidente no descarta capitalizar la deuda del Estado, crear un holding mixto, incorporar a las provincias de Santa Fe y Córdoba, y sumar a las cooperativas de productores y a los accionistas originales de Vicentin como socios minoritarios.
Al otro lado de la mesa de negociaciones, explicaron a Infobae, estarían dispuestos a escuchar la nueva iniciativa que diseña Alberto Fernández junto al veedor Delgado.
El directorio de Vicentin y sus representantes jurídicos consideran un “interlocutor razonable” a Delgado y ya abrieron una línea de comunicación vía WhatsApp. Ahora resta esperar la decisión del juez Lorenzini para activar otras alternativas que se diseñan en paralelo en Olivos y en las oficinas centrales de la empresa bajo concurso de acreedores.
Alberto Fernández tiene tres asuntos claves –dilemas políticos– que ocupan su agenda todo el día, todos los días. Asume que no habrá solución inmediata para ellos, y trata de evitar que, conjugados, se transformen en una tormenta perfecta. La cuarentena, la deuda externa y Vicentin son protagonistas principales de la administración peronista. Y durante el 2020 seguirán en cartel. Inexorablemente.
infobae.com