La recesión y la inflación de este año seguramente superarán los muy malos números del 2002, mientras que el tipo de cambio oficial podría ubicarse por encima de los $ 100 y el desempleo en el 13 por ciento.
En un contexto en el que los indicadores de toda la economía mundial se derrumban, la Argentina no es la excepción, aunque cuenta con el agravante de una crisis que ya lleva casi 10 años en términos de caída del PBI y de altas tasas de suba de los precios.
Los números del informe de FocusEconomics de este mes reflejan un panorama desolador: la caída en el nivel de actividad, podría ser del 11,6% según el promedio de bancos y consultoras, peor que el 10,9% registrado en 2002. Sin embargo, algunos, como LCG, estimaron que la recesión podría ser del 17,4%, Econométrica del 14,2%, FIEL del 14 y, del otro lado, Standard Chartered, del 6,8 por ciento.
Para 2021, las previsiones anticipan una recuperación del 5% en promedio, pero Supervielle se jugó por un 13%, mientras que Dekabank apenas por el 1 por ciento. Como indicaron ayer los economistas Martín Redrado y Carlos Melconian, la recuperación será lenta y en buena medida dependerá de que el gobierno resuelva la cuestión de la deuda y presente un plan económico de mediano plazo.
En el caso de la inflación, que en 2002 terminó en el 41% después de 10 años de bajísima o nula suba de precios, el promedio marca un incremento del 42%, por debajo del 53,8% 2019, pero tomando en cuenta que desde mediados de marzo buena parte de la actividad económica está parada y que, a la vez, hay un programa de control de precios.
En este caso, el Citi pronosticó una suba del 65%, seguido por Seido con el 53%, Empiria 52,3%, mientras que el Scotiabank se quedó en el 25,8 por ciento.
En 2021, aunque los pronósticos de mediano plazo resultan inciertos en todo el mundo debido a la evolución de la pandemia y la falta de resolución de asuntos claves (como la renegociación de la deuda), los participantes del informe prevén una suba del 43,9% en promedio, pero FIEL se estiró hasta el 60,8%, la Fundación Capital al 54%, Econométrica al 52,9%, mientras que Quantum apostó al 29,5 por ciento.
El tipo de cambio oficial -sin contar el impuesto del 30 por ciento- llegaría a 88 pesos a fin de año, frente a los $ 75 que cotiza hoy el billete en el Banco Nación. Sin embargo, el Citi se estiró hasta $ 102, HSBC a $ 100 y Galicia a 95 pesos.
Para el año próximo, la expectativa ronda los $ 116,9, pero HSBC y Citi creen que llegará a $ 140, Fundación Capital a $ 129, FIEL a $ 125 y, del otro lado Standard Chartered a $ 86,2.
En términos de desempleo, el consenso es que llegará al 13,2%, pero el banco BBVA prevé que llegue al 18,6%, un nivel similar al registrado por el Indec en 2002 y también en 1995 (aunque en este caso no existía la cobertura de planes sociales de la década siguiente). En 2021, rondaría el 12,3%, aunque el mismo banco cree que llegará al 16,2 por ciento.
Por otro lado, el consumo privado caería 12% este año y rebotaría el 5,5% el próximo, la inversión fija mostraría una tendencia similar: -26% y 9,2%; las exportaciones, -11,2% y 6,4% y las importaciones -19,3% y 9,4 por ciento. La producción industrial exhibiría una caída del 15,1% y un rebote del 5,9%, respectivamente. En tanto, el déficit fiscal sería del 7,8% del PBI este año y del 5,2% el próximo.
En tanto, el PBI per cápita llegará a USD 8381, frente a USD 14.893 de 2014. El año próximo, subiría a USD 8879.
El informe subrayó que “la economía se contrajo bruscamente en el primer trimestre debido a la demanda interna; se desplomó en medio de medidas de cierre, inflación descontrolada, depresión económica, la confianza de los inversores y los consumidores”.
Se prevé que luego de la caída del 5,4% en el primer trimestre, la economía caiga el 18,4% en el segundo, el 11,7% en el tercero y el 6,7% en el cuarto.
“Este año, la economía que ya está en crisis se verá gravemente afectada por la salud y el bloqueo asociado, que suprimirá la demanda externa y martillará la economía doméstica. Además, la depresión económica pesará en cuentas públicas ya frágiles, mientras que la falta de acuerdo en torno de la deuda agotaría las fuentes de financiamiento externo”, expresó.
En particular, un informe de Torino Economics destacó que “la falta de una hoja de ruta y la falta de un acuerdo con los bonistas son los dos grandes interrogantes de cara al futuro económico de la Argentina para los analistas de Wall Street, que ven una relación directa entre ambas situaciones”.
En la negociación, destacó el informe, “Argentina cuenta con dos puntos a favor: el apoyo del Fondo Monetario Internacional y la aceptación de otros acreedores, lo que podría generar cierto desgaste y debilitar la posición negociadora del sector más duro”. En cambio, “en la dura negociación con BlackRock hay un antecedente reciente que le juega en contra al Gobierno argentino: hace pocos días, ese grupo de bonistas selló un acuerdo con Ecuador, en una negociación similar que encaró la gestión de Lenín Moreno, pero con final feliz”.
“A diferencia del gobierno argentino, la administración Moreno desplegó una estrategia más amistosa y cercana a los mercados, que no ha dudado en honrar sus compromisos, asumiendo costos políticos muy importantes. En concreto, el gobierno ecuatoriano ofreció un VPN, en promedio, de USD 60 por cada 100, que logró alcanzar las expectativas del fondo de inversiones liderado por Larry Fink”, aclaró.
Sin embargo, “uno de los obstáculos que podrían estar comprometiendo el cierre definitivo del proceso de negociaciones para la restructuración de dude es la poca certidumbre en cuanto a las perspectivas de reactivación de la economía argentina, particularmente en relación con la ausencia de un plan económico que tendría lugar el “día después” de lo que será el paso destructivo de la pandemia COVID-19″.
El gobierno de Alberto Fernández “ha ido develando gradualmente lo que sería un plan basado en cuatro pilares fundamentales, que podrían asimilarse a una versión adaptada del New Deal, pacto económico que tuvo lugar luego de la gran depresión de finales de los años 30 del siglo XX en Estados Unidos”.
En su versión argentina se integraría con “moratoria impositiva, aduanera y de seguridad social; el financiamiento a tasas subsidiadas; el incentivo al consumo a partir de la implementación de planes de asistencia y el desarrollo de obras públicas. Incluso, el planteamiento de una reforma tributaria”.
Sin embargo, “mientras esos pilares terminan de erigirse, el gobierno de Fernández ha desplegado una serie de medidas de política fiscal y monetaria que, desde Torino Economics estiman podrían poner en tensión la frágil sostenibilidad de las finanzas públicas del país, comprometiendo así, en el mediano y largo plazo, la capacidad de pago a los acreedores de deuda bajo las nuevas condiciones ofrecidas”.
En particular, “hay otros dos elementos clave que suman preocupación al escenario: el creciente déficit fiscal y una acelerada emisión monetaria. Con la llegada del COVID-19 al país, desde el poder Ejecutivo decidieron priorizar la salud de sus ciudadanos (a través del aislamiento social obligatorio), pero haciendo las maniobras pertinentes que permitan mantener la economía a flote”.
Además, aclaró, “con la llegada de la pandemia a Argentina, la política monetaria se aceleró: desde enero hasta junio, la base monetaria se incrementó en 15,30%, teniendo su mayor aumento en marzo (26%), cuando comenzaban a observarse los embates de la pandemia en el territorio nacional”.
En ese contexto, Torino Economics estimó que el déficit primario se mantenga por algunos meses más, hasta alcanzar el 5,3% del PBI. En tal sentido, “resulta primordial establecer una ruta clara de recuperación económica para retomar el sendero del crecimiento sostenido y brindar confianza en los mercados para lograr acuerdos que garanticen la sostenibilidad financiera del país”, concluyó.
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