23 AGO | 19:47

Soberbia y Arrogancia, dos enemigos Íntimos

La soberbia es nuestra peor consejera, nuestra peor enemiga. Nos hace creer superiores, únicos dueños de la verdad, endiosa corazones solitarios empobrecidos de poder y nos hace cometer ...Por Carlos Scagnolari
...errores que por lo general llegan a ser irreparables.
 
 
El soberbio goza de una pedantería tal que lo ubica un escalón más arriba del resto de los pobres mortales. No se consideran dioses, sólo por el momento. Es imposible debatir con la soberbia dado que el sentimiento de valoración es tan elevado y lo porta con orgullo tas desmedido, que quién osa enfrentarse, finaliza debatiendo con un muro. 
 
 
La arrogancia comparte con la soberbia el estrado solemne de superioridad, fundamentado en la falsa creencia de, “merecer mayores privilegios o concesiones que el resto de los habitantes”. En definitiva y para que no nos quede dudas estimado y calificado lector es una mezcla de altanería, presunción, prepotencia y soberbia.  Nuevamente apareció soberbia.
 
 
A esta altura de la soirée, podemos decir que la soberbia y la arrogancia van de la mano por los conflictos de carácter y se disputan el triunfo de la derrota estrepitosa que sobreviene, similar a una comedia barata, como un final trágico anticipado.
 
 
Siempre debemos tener en cuenta que la soberbia no es grandeza, es hinchazón. El Rey Salomón decía: dónde hay soberbia allí habrá ignorancia, más donde hay humildad habrá sabiduría. 
 
 
El soberbio se priva de aprender, se priva de disfrutar de la amplia gama de matices y se asfixia en su minúsculo saber. En cambio, el humilde se abre al aprendizaje y experimenta un infinito de conocimientos. 
 
 
Aprovechando los 170 años de la muerte del General José de San Martín podemos disponer de una de sus máximas: La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder decía San Martín.
 
 
Nuestro compañero ideal en el camino de la vida es la humildad. 
 
 
En política se entiende en la concepción de dos pares de opuestos. 
 
 
Uno sería de aquel que se considera inquilino del poder; sabe perfectamente bien que la gente con su voto le firmó un contrato por cuatro años con opción a cuatro más si se hacen las cosas bien.  
 
 
En la vereda opuesta se encuentra el que se considera dueño del poder.  En oportunidades su palabra es ley. Su negación es ciega y su visión es limitada. 
 
 

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